Las fotografías de Vivian Maier me han sugerido estas "Variaciones"...:
MIRO
EL MUNDO CON LOS OJOS DE VIVIAN MAIER
Creo que mi obsesión por
ella empezó tras leer el artículo en la prensa y, después, todo lo que encontré
por internet.
Iba por la calle o en el
tren y solo veía las fotos que ella hubiera hecho:
-
Una anciana sentada en un columpio con una
bata fucsia.
-
Una mujer, con un paraguas, paseando al sol.
-
Un chico, al atardecer, junto a un carro de
hierba hablando por el móvil.
Yo era demasiado lenta: no
tenía tiempo de sacar la cámara, encuadrar y disparar.
Me la coloqué al cuello,
como ella, en modo “on”, pero solo conseguí que se me agotara la batería.
Además, me daba vergüenza
enfocar los rostros de la gente. Me parecía que invadía su intimidad. Nunca he
sabido cómo lo hacen los grandes maestros.
Ahora, mi lista de instantáneas
no deja de crecer, sobre el papel...
LA
VIDA ES UNA RUEDA
La vida es una rueda y yo he
rodado mi parte en ella.
Capté la mirada vieja de los
niños, la felicidad pura, el cansancio, la confianza al final de una vida.
Mi vida toda está en
las fotografías: mi historia y la de las
ciudades que aparecen a través de sus gentes.
Aquellos para quienes
trabajé me consideraban un enigma porque quería mantener mi privacidad; otros
me tildaban de rara porque no recibía llamadas de amigos; porque no llevaba
tacones, no me arreglaba el pelo; porque no me pintaba ni llevaba pendientes.
Yo vivía con los reflejos de
las cosas, sonreía a los pensamientos y, con ello, era feliz. No necesitaba nada
ni a nadie. ¿Acaso es tan difícil de entender...?
Hay tantas maneras de vivir.
¿Por qué solo una habría de ser la buena...?
SOLO
LA VI UNA VEZ…
Solo la vi ese día que me
sacó la foto acodada en la ventanilla del coche.
La vi venir por la calle con
la cámara al cuello y un sombrerito de institutriz.
De vez en cuando se paraba y
fotografiaba a una señora saliendo de casa, a ella misma ante un escaparate o a
unos niños jugando. Hacía fotos constantemente, mientras lo miraba todo con una mirada concentrada y atenta.
No sonreía, pero su cara
transmitía confianza. Y aunque había quien ponía ceño o le soltaba una
expresión desagradable, por lo general o no reparaban en ella o le devolvían
la mirada sin miedo.
Muchos años más tarde supe
que había sido una fotógrafa de calle, solitaria y secreta.
UN
HIPOTÉTICO ENCUENTRO DE MAEVE BRENNAN CON VIVIAN MAIER
(A propuesta de Paloma)
Yo me encontraba en la
mediana de la calle Cuarenta y cinco, en pleno Broadway. Era de noche y me
dirigía al hotel, cuando la vi.
Llevaba un sombrero de
hombre, zapatos bajos deformados por el uso y un sobretodo. En el bolso grande,
de mano, un ejemplar del Time. Al
cuello, una cámara de fotos rolleiflex como las que usan en la revista.
Me llamó la atención su
mirada: intensa, hipnótica.
No sé si ella me vio a mí,
con mi traje de fiesta: una falda vaporosa y una estola blanca. Los objetos
bailaban ante mí, desenfocados, cuando pasé ante ella no muy firme sobre mis
tacones.
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