13
de agosto de 2017
La marea ya apenas deja
ninguna. Recuerdo cómo me gustaban las de nácar cuando era pequeña; esas que se
utilizaban en los botones de camisas y blusas, que variaban de color según les
diera la luz.
Ahora tampoco veo pulgas de
mar: recuerdo que algunas tenían “ojos azules”. De pequeña, con mi padre,
también recogí caracolillos por las rocas (ahora está prohibido). Luego, los
cocíamos con agua y sal y los sacábamos de sus cáscaras con un alfiler, algo
tan entretenido como comer pipas.
En mi paseo de hoy… , solo alguna
concha de lapa pegada a las rocas. En mi Guía de conchas de Cantabria, leo que
en la playa de Comillas el “conchero es escaso o nulo”. “En Oyambre, bivalvos”.
Habrá que darse un paseo por allí…
Al final de la playa, debajo
de Joseín, unas algas -de las verdes- sujetas a las rocas, lo mismo que al otro
lado de la playa, junto al puerto; pero no sé qué son: parecen tener unas
vejiguitas de aire al final, como unas yemas de dedos…
Basura
recogida
Al hilo de ir mirando las
conchas en mi Guía, ya que me agachaba, he ido recogiendo los materiales que me
ofendían: bolsas de plástico, algunos trozos de cristal más o menos
pulido, los colores chillones de las bolsas de aperitivos, latas de refrescos,
papel de aluminio de envolver los bocadillos… En Inglaterra, me encantó la
manera de llevar los sándwiches: en una fiambrera/táper, partidos en 4, bien
apretaditos, y sin plastificar.
Siempre, vaya por la montaña
o la playa, pienso lo mismo: si te traes
el peso de la comida y la bebida, ¿no eres capaz de tirar los restos a una
papelera o volvértelos a llevar a casa para tirarlos en tu basura…?
De hacer algo, hacerlo bien,
¿no…? Por ejemplo, si llevas el cartón al contenedor azul, mételo dentro (y no
lo dejes mojándose fuera, que no sirve para nada) y, si es una caja, desármala
para que no ocupe mucho espacio. ¿Lleva tanto tiempo...? ¿Es pedir mucho…?
No hay comentarios:
Publicar un comentario