jueves, 6 de abril de 2017

VIERNES FORAMONTANOS… (10) SANTANDER, POR DETRÁS: HACIA LA PEÑA DEL CUERVO

Jueves, 6 de abril de 2017

Como esta semana he estado muy fastidiada de un pie, no me he atrevido a salir de Santander, por si acaso. Y como había leído que habían inaugurado la parte que quedaba del Parque del Agua entre la rampa de Sotileza y Valdecilla, pensé que era un buen momento para recorrerla.

A las 9.48 h hay 14 º C. Decido hacer el camino contrario al del día que fui a explorar “la pasarela” (peatonal, de Castilla-Hermida), así que cojo la Alameda de Oviedo y enfilo hacia la calle Alta por la rampa mecánica de la calle Eulalio Ferrer. En los mini-jardines junto  a las escaleras mecánicas, la gente tira de todo, pero lo que más, latas. He visto hasta un chupete de niño, colillas…


Ya en la calle Alta, tiro hacia arriba, en dirección al mercado de México, o Cuatro Caminos. La pasarela, y los ascensores panorámicos, están junto al aparcamiento de lo que antes fuera prisión provincial. Antes de coger el ascensor para bajar, saco una foto de lo que se ve a la derecha: el Museo del Ferrocarril, y lo que se ve a la izquierda, un edificio de Correos.


Tras salir del ascensor, decido ir primero hacia la izquierda, que me parece el camino más corto, de guijo y luego pista de tierra entre eucaliptos, en dirección al Parlamento de Cantabria. El guijo es mullido y, en la escollera, proliferan las capuchinas de colores vivos. 


Ya cerca de la entrada, casi me esmorro con un hierro que sale del suelo, resto de algún material de relleno, o de que se ha hecho todo deprisa y corriendo... También junto a una alcantarilla hay un hueco donde se puede meter un pie. El último repecho, antes de salir a la calle Concepción Arenal, está lleno de hoyos y con el guijo se derrapa, sobre todo al bajar…


Al llegar arriba, me sorprende una verja con un cartel: “Red de huertos sostenibles Concepción Arenal”. Decido ir a ver. A la entrada, caléndulas a la derecha y rosas silvestres que se tiran por la ladera.


Solo hay dos parroquianos trabajando a esta hora. Veo un huerto lleno de habas en toda su extensión, con una gran margarita que casi se sale al pasillo; otro que ha invertido tiempo en poner un rosal trepador que enmarque sus límites; alguno aún sin plantar, con el abono y la tierra revueltos, y otros que aún conservan su cosecha de invierno. El señor que está plantando cogollos de Tudela y cebollas me dice que están robando mucho en los huertos…


Vuelvo sobre mis pasos y derrapo al bajar la cuesta de guijo. Una señora con las bolsas de la compra se lleva esquejes de capuchina cerca de los ascensores.

Tiro ahora hacia la Peña del Cuervo. En la ladera, bancales de aromáticas (lavandas, tomillos, romero, una flor malvita – que no sé qué es- y, el último, ya cerca de las casas, menta. Han puesto un parque infantil diminuto, con una bolera, y laureles que se esquilan por el monte. Las casas me recuerdan a las del barrio de pescadores de Laredo. Solo falta sanearlas un poquito y pintarlas para que el rincón quede bien acogedor. También echo en falta algún “toilet” discreto...


Ya de vuelta, me doy cuenta de los destrozos, que no había visto antes: un banco, lleno de pisadas –de quienes se sientan en el respaldo- con grafitis. Junto a las mentas, han golpeado una de las luces encastradas y los cristales están en el suelo. Pero también cerca del bancal de romeros. Y el de los tomillos. ¿Qué sentido tiene…? ¿Destrozar por destrozar… algo que es para el disfrute de todos...?





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