sábado, 5 de diciembre de 2015

DIARIO DE UNA VIAJERA EN AUTOBÚS (5). DE PUENTE VIESGO A POMALUENGO

8.05 h. Al salir de casa,  echo un rayo a una chica que va oscilando de derecha a izquierda mientras lee el móvil por la acera…

13 º C a las 8.13 h en la farmacia cercana a la estación. Iba tan ensimismada que me he olvidado de mirar el luminoso en Jesús de Monasterio antes de cruzar hacia el Pasaje. Ya había notado que no hacía mucho frío (ni la mitad que los últimos días). Hoy dan 20 grados de máxima.

El billete a Puente Viesgo con tarjeta monedero me cuesta 1´95 euros en lugar de 2´30. El conductor hoy es nuevo; un chico joven que llega a toda prisa cuando faltan pocos minutos para salir. Pero como somos tan pocos…El del Soto (el que se me parece a Paco Umbral), una chica que va a Ontaneda, otra chica y yo. Acabo de recordar que el conductor anterior comentó que cogía vacaciones el 1 de diciembre…

Día 5. Jueves, 3 de diciembre de 2015

Me desespero con el reposabrazos. No consigo bajarlo y sacarlo de su encaje. Odio que en esto haya diseño. ¿Por qué no dejarán los de toda la vida, que funcionaban…?

El sol comienza a asomar tras las montañas por detrás de Valdecilla. Los enamorados de Muriedas siguen enamorados. “¿Me recuerda?” -pregunta la chica al conductor. “Sí, sois poquitos…”. Más adelante, ya han echado el cemento en la acera, Creo que solo falta poner las baldosas. Ah, no. Ya han empezado: son blancas y rojas.

Un turismo nos adelanta en un cambio de rasante con línea continua. Es un coche oscuro. ¿El del otro día…? Lástima no haber visto la matrícula. Como no conozco los modelos a simple vista como mi sobrino…

He pensado que hoy al menos tendré que llegar hasta Vargas porque el bus no pasa por Castañeda y sus barrios.

Sobre las 9 y 10 estoy en Puente Viesgo. Antes de empezar, me tomo un café y un sobao en “La Terraza” (no hay chocolate ni churros hasta la tarde). Pregunto por dónde sigue la vía verde tras llegar al balneario,  pero no saben decirme.

Como el tren no tiene demasiada capacidad de maniobra, imagino que la vía sigue recta hacia el bosque junto al río  por el que hemos ido a pasear en ocasiones (en vez de rodeando la iglesia). Pregunto a un ciclista que viene en sentido contrario y me lo confirma. Aún hay dos kilómetros de carril. ¡Bien!


No hace tanto calor como pensaba porque sopla un vientecillo fresco que enfría los 14 º C del termómetro.

Dejo atrás el cartel de “Puente Viesgo, pueblo de Cantabria 2007” y con un viento cada vez más fuerte me adentro en las sombras de la montaña.


En un poste de la luz veo el símbolo amarillo y blanco que indica los senderos de pequeño recorrido. El ruido del viento en las hojas compite con el del río que, debido a una semana de lluvias, lleva más agua.

No sabía que por aquí podían venir coches…Voy por el asfalto pisando hojas secas, que me encanta. La carretera, al otro lado del río,  va paralela a la vía, de momento.

Encuentro un caseto en ruinas, ¿un antiguo humilladero, un depósito de herramientas…?. Huele rico: a tierra húmeda. Junto al río, un castaño colonizado por las hiedras, gruesas como mi muñeca. El río baja ahora despacio transportando hojas secas a millares. Enfrente, veo el bar restaurante “El Retiro”, donde tantas veces, de pequeños, vinimos a tomar chocolate con churros, y a jugar “a la rana”. El bosque está tan bonito, lleno de ocres (castaños, plátanos…), que me paro a cada rato a hacer fotografías.


Llego a un merendero (es el área recreativa de Covanchón), a la derecha, y por fin veo un cartel, eso sí, pintarrajeado: “PASILLO VERDE. CARRIL BICI. FF.CC. Astillero-Ontaneda. Tramo: Socobio-Villabáñez. 2´5 km. Ayto. de Castañeda”. Hay tal humedad que la carretera rezuma. A partir de aquí ya no pueden pasar coches; han puesto  bolardos. A los peatones nos dejan el lado izquierdo (como decía un cartel hace ya muchos años: “Peatón, en carretera, circula por tu izquierda”…). Estoy en el LIC (Lugar de Importancia Comunitaria) del río Pas. El cartel está tan sucio que no se lee nada.

Este tramo de Vía Verde lo utiliza bastante gente, tanto ciclistas como peatones. Al voltear el monte, se sale a una zona más abierta y soleada, lo cual se agradece.

Junto a unas berzas gigantes, la imaginación popular ha creado un ¿anemómetro? casero con una botella de coca cola. Un poco más adelante, un rincón maravilloso protagonizado por un banco, un arce rojo, algunas tinajas y un ciervo de paja.


En el paseo, los cables de todas las farolas están cortados, y sin tapa los compartimentos de acceso al interior. Un manzano silvestre ha desparramado sus manzanas diminutas por la carretera. Cojo una para probarla en un receso.

En el talud ha florecido una centáuarea (según mi guía de plantas, lo normal es entre junio y octubre). También ortigas muertas, zanahorias y pelosillas de color amarillo. Incluso una prímula, que se considera la primera flor de la primavera, y margaritas a esgalla. Por si alguien no se ha enterado aún del cambio climático (En París sigue la Cumbre del Clima, http://www.eldiariomontanes.es/cantabria/201512/04/cantabria-preve-aprobar-segunda-20151204194003.html), solo hay que observar alrededor…


En la lejanía oigo ruido de maquinaria. En un monte a la izquierda, al otro lado de la autovía, dos excavadoras se afanan en rellenar de tierra cinco camiones que se suceden sin prisa ni pausa. Están desmontando la montaña de tierra como si fuera un pastel de nata.


Pasando bajo un pasadizo y subiendo por unas escaleras de rejilla salgo a una urbanización de chalés y adosados que conviven con casas de pueblo. Desde ahí veo mejor la parafernalia a un lado de la colegiata de Castañeda. Un señor me dice que, efectivamente, están desmontando la montaña porque “la corrieron 10 metros para la autovía, y ahora, con las lluvias, la tierra cubre a  menudo la carretera general”. También me confirma que la vía llega así, peatonal, a Pomaluengo, pero luego otras carreteras y edificaciones la han ido partiendo y desviando y que ya no se llega a Astillero fácilmente y sin peligro. Veremos…Lo dejo contemplando las obras, que siempre me ha parecido algo muy masculino. Es raro ver a un mujer parada: o bien no tienen tiempo, o no les  interesa en absoluto ver cómo ponen una piedra, y luego, otra.

A la derecha del talud por el que camino, montones de neumáticos en tres alineaciones cubren un plástico negro bajo el que hay paja o serrín, para que no se lo lleve el viento.

Más adelante, un parque infantil en un lugar insospechado: entre la autovía y un establecimiento de chatarra custodiado por dos perros poco amigables. ¿Qué niños van a venir aquí…? Un misterio.

Llego a una ermita y aquí, efectivamente, se quebró la linealidad de la vía (un muro y casas me cierran el paso y me desvían hacia su derecha). A la izquierda, una rotonda en la antigua carretera general que comunica con la nueva autovía. ¡Vaya pifostio! Hasta han tenido que señalizar el camino con un cartel que dice “camino”…A la derecha de la rotonda, la N-634 a Pomaluengo y San Román. Subiendo a la autovía y a Villabáñez (1´5 km), también por la N-634, Socobio y la colegiata románica de Castañeda.


Son las 11.30 h y decido pararme a tomar un té con limón y unas patatas fritas de bolsa (deliciosas, con aceite de oliva % y sal marina) en “La taberna de Amaya”. Luego, retorno por la desviación de la derecha. La mies se ha ido ocupando con edificios de dos o tres alturas.


18 ºC a las 12 y 20. El aire está ahora más templado. Sobre las 12.45 me han dicho que pasa un bus a Santander. La parada está junto a la estructura de una casa frente al centro cívico-cultural de Pomaluengo, donde hace unos años di varios talleres de lectura. Pensé que quizá me encontrara con alguna de  mis mujeres, pero no.

En el bus, todos parecen conocerse y las bromas van y vienen entre Miguel, el conductor, y l@s pasajer@s. Dejamos atrás La Cueva, La Penilla y la Nestle, La Encina, y Sarón con su mercado de 1929. El autobús pasa por un lugar que reconozco: es la parada de Obregón, a la salida del parque de Cabárceno, a donde llegué el año pasado desde Astillero. Ya solo me quedan 9 km entre Pomaluengo y Sarón. Quizás el próximo día…



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