8.05 h. Al salir de casa, echo un rayo a una chica que va oscilando de
derecha a izquierda mientras lee el móvil por la acera…
13 º C a las 8.13 h en la farmacia
cercana a la estación. Iba tan ensimismada que me he olvidado de mirar el
luminoso en Jesús de Monasterio antes de cruzar hacia el Pasaje. Ya había
notado que no hacía mucho frío (ni la mitad que los últimos días). Hoy dan 20
grados de máxima.
El billete a Puente Viesgo
con tarjeta monedero me cuesta 1´95 euros en lugar de 2´30. El conductor hoy es
nuevo; un chico joven que llega a toda prisa cuando faltan pocos minutos para
salir. Pero como somos tan pocos…El del Soto (el que se me parece a Paco Umbral),
una chica que va a Ontaneda, otra chica y yo. Acabo de recordar que el
conductor anterior comentó que cogía vacaciones el 1 de diciembre…
Día
5. Jueves, 3 de diciembre de 2015
Me desespero con el
reposabrazos. No consigo bajarlo y sacarlo de su encaje. Odio que en esto haya
diseño. ¿Por qué no dejarán los de toda la vida, que funcionaban…?
El sol comienza a asomar
tras las montañas por detrás de Valdecilla. Los enamorados de Muriedas siguen
enamorados. “¿Me recuerda?” -pregunta la chica al conductor. “Sí, sois
poquitos…”. Más adelante, ya han echado el cemento en la acera, Creo que solo
falta poner las baldosas. Ah, no. Ya han empezado: son blancas y rojas.
Un turismo nos adelanta en un
cambio de rasante con línea continua. Es un coche oscuro. ¿El del otro día…?
Lástima no haber visto la matrícula. Como no conozco los modelos a simple vista
como mi sobrino…
He pensado que hoy al menos
tendré que llegar hasta Vargas porque el bus no pasa por Castañeda y sus
barrios.
Sobre las 9 y 10 estoy en
Puente Viesgo. Antes de empezar, me tomo un café y un sobao en “La Terraza” (no
hay chocolate ni churros hasta la tarde). Pregunto por dónde sigue la vía verde
tras llegar al balneario, pero no saben
decirme.
Como el tren no tiene
demasiada capacidad de maniobra, imagino que la vía sigue recta hacia el bosque
junto al río por el que hemos ido a
pasear en ocasiones (en vez de rodeando la iglesia). Pregunto a un ciclista que
viene en sentido contrario y me lo confirma. Aún hay dos kilómetros de carril.
¡Bien!
No hace tanto calor como
pensaba porque sopla un vientecillo fresco que enfría los 14 º C del
termómetro.
Dejo atrás el cartel de
“Puente Viesgo, pueblo de Cantabria 2007” y con un viento cada vez más fuerte
me adentro en las sombras de la montaña.
En un poste de la luz veo el
símbolo amarillo y blanco que indica los senderos de pequeño recorrido. El
ruido del viento en las hojas compite con el del río que, debido a una semana
de lluvias, lleva más agua.
No sabía que por aquí podían
venir coches…Voy por el asfalto pisando hojas secas, que me encanta. La
carretera, al otro lado del río, va
paralela a la vía, de momento.
Encuentro un caseto en
ruinas, ¿un antiguo humilladero, un depósito de herramientas…?. Huele rico: a
tierra húmeda. Junto al río, un castaño colonizado por las hiedras, gruesas
como mi muñeca. El río baja ahora despacio transportando hojas secas a
millares. Enfrente, veo el bar restaurante “El Retiro”, donde tantas veces, de
pequeños, vinimos a tomar chocolate con churros, y a jugar “a la rana”. El
bosque está tan bonito, lleno de ocres (castaños, plátanos…), que me paro a
cada rato a hacer fotografías.
Llego a un merendero (es el
área recreativa de Covanchón), a la derecha, y por fin veo un cartel, eso sí,
pintarrajeado: “PASILLO VERDE. CARRIL BICI. FF.CC. Astillero-Ontaneda. Tramo:
Socobio-Villabáñez. 2´5 km. Ayto. de Castañeda”. Hay tal humedad que la
carretera rezuma. A partir de aquí ya no pueden pasar coches; han puesto bolardos. A los peatones nos dejan el lado
izquierdo (como decía un cartel hace ya muchos años: “Peatón, en carretera,
circula por tu izquierda”…). Estoy en el LIC (Lugar de Importancia Comunitaria)
del río Pas. El cartel está tan sucio que no se lee nada.
Este tramo de Vía Verde lo
utiliza bastante gente, tanto ciclistas como peatones. Al voltear el monte, se
sale a una zona más abierta y soleada, lo cual se agradece.
Junto a unas berzas
gigantes, la imaginación popular ha creado un ¿anemómetro? casero con una
botella de coca cola. Un poco más adelante, un rincón maravilloso protagonizado
por un banco, un arce rojo, algunas tinajas y un ciervo de paja.
En el paseo, los cables de
todas las farolas están cortados, y sin tapa los compartimentos de acceso al
interior. Un manzano silvestre ha desparramado sus manzanas diminutas por la
carretera. Cojo una para probarla en un receso.
En la lejanía oigo ruido de
maquinaria. En un monte a la izquierda, al otro lado de la autovía, dos
excavadoras se afanan en rellenar de tierra cinco camiones que se suceden sin
prisa ni pausa. Están desmontando la montaña de tierra como si fuera un pastel
de nata.
Pasando bajo un pasadizo y
subiendo por unas escaleras de rejilla salgo a una urbanización de chalés y
adosados que conviven con casas de pueblo. Desde ahí veo mejor la parafernalia
a un lado de la colegiata de Castañeda. Un señor me dice que, efectivamente,
están desmontando la montaña porque “la corrieron 10 metros para la autovía, y
ahora, con las lluvias, la tierra cubre a
menudo la carretera general”. También me confirma que la vía llega así,
peatonal, a Pomaluengo, pero luego otras carreteras y edificaciones la han ido
partiendo y desviando y que ya no se llega a Astillero fácilmente y sin
peligro. Veremos…Lo dejo contemplando las obras, que siempre me ha parecido
algo muy masculino. Es raro ver a un mujer parada: o bien no tienen tiempo, o
no les interesa en absoluto ver cómo
ponen una piedra, y luego, otra.
A la derecha del talud por
el que camino, montones de neumáticos en tres alineaciones cubren un plástico negro
bajo el que hay paja o serrín, para que no se lo lleve el viento.
Más adelante, un parque
infantil en un lugar insospechado: entre la autovía y un establecimiento de
chatarra custodiado por dos perros poco amigables. ¿Qué niños van a venir aquí…?
Un misterio.
Llego a una ermita y aquí,
efectivamente, se quebró la linealidad de la vía (un muro y casas me cierran el
paso y me desvían hacia su derecha). A la izquierda, una rotonda en la antigua
carretera general que comunica con la nueva autovía. ¡Vaya pifostio! Hasta han
tenido que señalizar el camino con un cartel que dice “camino”…A la derecha de la
rotonda, la N-634 a Pomaluengo y San Román. Subiendo a la autovía y a Villabáñez
(1´5 km), también por la N-634, Socobio y la colegiata románica de Castañeda.
Son las 11.30 h y decido
pararme a tomar un té con limón y unas patatas fritas de bolsa (deliciosas, con
aceite de oliva % y sal marina) en “La taberna de Amaya”. Luego, retorno por la
desviación de la derecha. La mies se ha ido ocupando con edificios de dos o
tres alturas.
18 ºC a las 12 y 20. El aire
está ahora más templado. Sobre las 12.45 me han dicho que pasa un bus a
Santander. La parada está junto a la estructura de una casa frente al centro
cívico-cultural de Pomaluengo, donde hace unos años di varios talleres de
lectura. Pensé que quizá me encontrara con alguna de mis mujeres, pero no.
En el bus, todos parecen
conocerse y las bromas van y vienen entre Miguel, el conductor, y l@s pasajer@s.
Dejamos atrás La Cueva, La Penilla y la Nestle, La Encina, y Sarón con su mercado
de 1929. El autobús pasa por un lugar que reconozco: es la parada de Obregón, a
la salida del parque de Cabárceno, a donde llegué el año pasado desde
Astillero. Ya solo me quedan 9 km entre Pomaluengo y Sarón. Quizás el próximo día…
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