(Si quieres ponerte en situación, lee aquí el primer trimestre: http://ficcionesdeloreal.blogspot.com.es/2014/12/diario-de-una-viajera-en-tren-de.html. Y el segundo: http://ficcionesdeloreal.blogspot.com.es/2015/04/diario-de-una-viajera-en-tren-de.html).
Abril-junio 2015.
Abril-junio 2015.
Durante las vacaciones de
Semana Santa, una tarde sobre las 6, en el Pasaje de Peña, me crucé con Felipe,
mi “hombre del pan”. Sin pararnos, nos reconocimos y nos saludamos: “¡Adiós, Felipe!”.
Él sonrió.
¿Iría de paseo…? ¿Es que se
quedaba a dormir en Santander para llevar el pan al día siguiente…?
Como este trimestre, mi
primer destino va a ser la Vía Verde del Pas desde Astillero, quizá pueda
preguntarle.
DÍA 1. LA VÍA VERDE DEL PAS
DESDE ASTILLERO
Hace años, la caminé desde
Obregón, cerca de Cabárceno, a donde llegué en autobús. Creo que eran unos 6 o
7 kilómetros. Ahora, la recorreré en
sentido contrario desde Astillero. Para ello me bajaré en La Cantábrica, que
creo que es la parada de tren más cercana.
Jueves
16 de abril
15º C a las 7.36 h. Cielo
gris. Espero que no llueva…
Hoy no está el señor que
pide con un sombrero de lluvia a la
salida del túnel (Pasaje) de Peña. ¿Será
demasiado pronto…?
La grúa del Centro Botín
está aún iluminada. A ver si me encuentro a Felipe (mi hombre del pan) en el
primer tren desde Liérganes, con llegada (estimada) a las 7.47 horas.
Oigo cantos melodiosos (de
pájaros), no sé si dentro o fuera de la sala de espera.
Pues no…No viene. Quizá sea
entonces que venga el día anterior sobre las 6 de la tarde, que es cuando lo vi
la última vez. En ese caso, tendría que coger en Liérganes el tren de las 5.
En el tren vamos pocos. Y en
mi vagón, el primero, aún menos: una chica pelirroja que lee un libro electrónico,
otra con melena, y yo.
Las naves a la salida de
Santander aún conservan los focos exteriores encendidos. No hay mucha
luminosidad. Me pica un poco la nariz. Espero que la alergia no me ataque
demasiado.
A mi lado, una mujer lee un
libro ¡subrayando con regla! Nunca se me hubiera ocurrido (Si es que tú eres un
poco bardal…).
¡Qué escándalo el puente de
hierro antes de llegar a El Astillero! Hay marea baja y las Marismas Negras
enseñan todo su lodo. El ferry sigue en dique seco. Ya no sé si es que vive
ahí…
En La Cantábrica nos bajamos
solo yo y un chico que va al final del tercer vagón.
Pregunto a un limpiador
callejero sobre la Vía Verde, y me indica: “Ves unas chimeneas y…”. La verdad
es que podían poner una señalización a la salida del tren (Al cabo del tiempo, casi al final de mi periplo, distinguiré un cartel en la estación de El Astillero...Pone: "Seguiremos...hasta el Parque de La Cantábrica...a 1´5 km"...Sin palabras...).
La zona ha crecido mucho
desde la última vez que estuve por aquí, quizá hace quince años, pero no andaba
yo muy desencaminada.
Las dos chimeneas pertenecen
al parque La Cantábrica. Otra limpiadora, cruzando la carretera y tirando hacia
la derecha, me indica unas casa amarillo mostaza: “A la vuelta (a la
izquierda), ya la ves”. Y, efectivamente, es la calle Nemesio Mercapide y, al
fondo, se ve lo que parece un campo de fútbol o un polideportivo. La vía verde
pintada de rojo. Son las 8.30. Enseguida empieza a chispear y el
suelo me huele a heno dulzón que empieza a pudrirse.
Paso delante del IES
Astillero. Un nutrido grupo de estudiantes que espera la hora de entrar a clase,
ocupa la vía, pero no se apartan y he de salirme por fuera para sobrepasarlos.
A la derecha, una
instalación eléctrica: un edificio de ladrillo que recuerda la arquitectura
fabril del XIX. Las torretas de la luz parecen los nuevos molinos quijotescos.
En la cuneta, empieza a
distinguirse el aro: “la comida de las culebras”, que decíamos de pequeños.
Toda la planta es venenosa -leo en mi libro de plantas.
Tras alcanzar el primer
puente sobre la ría, decido volverme. La lluvia no para y ya han pasado los 20
minutos de cortesía. Lo intentaré de nuevo mañana.
DÍA 2. A LA VIA VERDE DEL PAS
DESDE ASTILLERO
Martes
21 de abril. De La Cantábrica a Liaño
Como me sentía culpable por
no haber terminado los ejercicios de inglés y, a la vez, ya me había
comprometido conmigo misma, para ir, la noche anterior, adopté una solución
salomónica: iría, pero con la vista puesta en una “señal”, cualquier señal,
para volverme; me volví tras llegar a Liaño, donde había que cruzar la
carretera general, para seguir la vía por el lado izquierdo…Una buena excusa.
13 º C a las 7.28 horas.
Llegando a la estación,
pasado el túnel (pasaje de Peña), los árboles empiezan a mostrar ya sus hojas
tiernas (verde claro).
Me siento culpable porque
acabo de descubrir que la profe de inglés -en su blog, que no había consultado-
nos ha puesto un montón de ejercicios para la semana en que no ha estado (por
enfermedad de su padre) y yo no los he visto hasta hoy. Los acabo de ver ahora,
un poco antes de salir de casa. Pero ya me había hecho a la idea de
irme…Intentaré volver pronto.
Espero en la estación al
tren que llega de Liérganes a las 7.44 h, a ver si viene Felipe. Cogeré el de
las 7.53 h a La Cantábrica, como el otro día. Voy embadurnada de crema
protección 50, pero -aunque llevo pañuelo para la cabeza- creo que hoy voy a
echar en falta mi sombrero de peregrina de “ala ancha”.
“Tren a La Cantábrica, con
salida a las 7.53 h, situado en Vía 1…”- dice la señorita del altavoz. Lo dirá
ella… No está aún (en el luminoso pone “en andén”). El tren procedente de
Liérganes, con llegada a las 7.44 h, rectifica en el letrero: “Estimado, a las
7.47 h”. Al parecer, es el que viene de Liérganes por la vía 1, el que va a La
Cantábrica por la vía 1.
Me quedo pegada a una columna para que no me avasallen
los que llegan. No veo a Felipe en el primer tren del día desde Liérganes.
¿Será que venga el día anterior sobre las 18 horas, como la vez que me lo crucé
en el Pasaje…?
¡Dios mío! Llevan la
calefacción encendida…Creo que la chica del otro día, hoy vestida de azul
eléctrico, va leyendo un libro electrónico. Y la de melena se pone rímel en los
ojos con un espejito y el vaivén del tren. Yo acabaría con el ojo como el de un
boxeador puñeteado. Lo cierto es que
no puedo ni pintarme la raya: con lo gestera que soy y la alergia primaveral,
estaría todo el día emborronada…Y como no soy de las de “Para presumir, hay que
sufrir…”.
Creo que en la parada de
Valdecilla se ha subido de nuevo la que subraya con regla. Sí, sí, es ella. Y
un nuevo inquilino que lleva bicicleta. Fuera, sol y nubes, pero es otro día “naranja”.
Martes, de nuevo día de
mercado en Maliaño. Hoy la marisma está con marea alta.
Ya en La Cantábrica, cojo la
calle del mismo nombre hasta la primera desviación a la derecha hacia el
parque. Lo cruzo en perpendicular en dirección a la carretera general.
“Entonces, si me he
desagregado…”- escucho a un grupo de chicos de unos doce años que va al
cole/insti, mirando al móvil mientras caminan. No oigo comentar a ninguno sobre el asesinato de un profe en un
instituto de Cataluña por un menor con un cuchillo...
A las 8.30 h. suena el
timbre de entrada en el IES Astillero. Los primeros chopos del camino están
torcidos hacia la derecha como si les hubiera dado “un aire” desde Peña
Cabarga. Al pie de las torretas de la luz, un grupo de equisetos relucen como un
ejército de duendecillos.
El jubilado de las
zapatillas azules, a quien sigo desde el principio, espera a otro jubilado. También
me adelanta un trío de mujeres que deben hacer el trayecto habitualmente. Una
señora regresa oyendo en la radio la tragedia del instituto.
A las 8.30 h. es este un
paseo muy transitado por gente de todas las edades. Casi todo el mundo que
pasea solo, va “conectado”. ¡Y a mí que me encanta oír los sonidos “ambiente”,
aunque estos sean los del tráfico en la autovía…! Pero también están los
pájaros: las gaviotas, las urracas, los cuervos…, y muchos otros “píos” que no
sé reconocer, como una sinfonía de sonidos, unos más agradables que otros, pero
con una cierta armonía interna.
El cartel del Itinerario
Ornitológico Vía Verde de Cabárceno, en la ría de Solía, da pena. No puede
leerse nada porque está plagado de pintadas. Según la información, estoy en el
valle de Villaescusa. Igual alguno de los pájaros es un carricero…
Paso por un túnel bajo la
autovía, que no parece tener luces nocturnas. No sé quién lo cruzará de noche… En las cunetas, ya han
florecido las “falsas” ortigas (ortigas muertas sin pelos urticantes). Pregunto
a la gente que vuelve hasta dónde llega el camino: “Yo es que solo voy hasta el
siguiente cruce…”. Por lo visto, cada cual hace su circuito y no sabe más.
De cuando en cuando, han
colocado unos bancos “de madera”. ¡Qué bien! Así no cogeremos cistitis...
De repente, veo un bunker de
¿Enagás…? Es la estación de tratamiento de agua potable de Astillero-Villaescusa.
Pero parece una nave de Star Trek…
Cerca, un parque infantil.
¿Vendrá algún niño a jugar aquí…? Las papeleras, al menos, están llenas de
papeles.
Las tres marías del
principio ya se vuelven. Han llegado hasta la chimenea de ladrillo junto al
parque infantil y de mayores. “Puedes llegar hasta Sarón, a unos 8 o 10
kilómetros…”. También regresa el jubilado de las zapatillas azules. Ha llegado
hasta donde la vía ha de cruzar la carretera general. Estoy en Liaño.
Ahora tendría que cruzar
para seguir por el otro lado de la carretera. ¡Esta es mi señal para volverme! A las 9.30 h. el camino de
vuelta es “un conventillo”. Circula alguna bici, pero pocas. Somos mayoritarios
los peatones. En las huertas, entre la vía verde y la carretera, veo ¿habas…?
Lo confirmo, preguntando. Lechugas, patatas, cebollas, puerros, ajos… “El otro
día dijeron en la tele que el tomate es el rey de las plantas compradas”.
En el parque de mayores, una
señora en chándal para, a la vuelta, en “el andador” a hacer una caminata “virtual”. “Esto sí que
es “un completo”- le digo al pasar. “Paseo más gimnasio…”.
A las 10.15 horas cojo el
tren de vuelta. El cielo se ha ido cubriendo de nubes deshilachadas que ya casi
tapan el sol. Ahora, a hacer los
ejercicios de inglés…
28 abril 2015. VIAJE DE VUELTA
DESDE REINOSA (para rellenar días y días de lluvia)
Fui en autobús porque
tardaba menos, pero decidí volver en tren, tras la charla en el salón de actos. A estas alturas, ya han
nacido potrillos y terneras que descansan sobre los prados o ramonean entre las
hierbas. Dos potrillos que se persiguen son tan pequeños que parecen dos
caballitos de mar.
Mientras atravieso en tren
por los pueblos en donde estuve, los reconozco y los miro con amor, el amor que
da el conocimiento y el reconocimiento... Los tojos están en flor
(también los majuelos. Claro, es casi mayo), y veo un campo invadido por el
gamón. Hay mucho muérdago parasitando los árboles. Ya podía venir Panorámix…Así
voy dialogando con la naturaleza a través de la ventana. El tren de cercanías
lo permite: va a la velocidad de tu pensamiento.
El revisor cruza el tren
como una exhalación. Es el que se ha caído en la marmita del perfume. Empiezo a
estornudar.
¡Cómo es este mundo! Unos
jugando despreocupadamente a los bolos, fuera del tiempo, y en el Tíbet
intentando sobrevivir a un terremoto devastador…
En los huertos distingo a
hombres jubilados mientras hombres jóvenes siegan (la primera siega de la primavera)
campos interminables. ¡Qué agujetas por la noche...!
DÍA 3. A BOLMIR
Jueves,
21 de mayo de 2015
Como hoy no tenía inglés a
las 14 horas y daban mejor hacia el sur de Cantabria, decido ir hacia abajo de
nuevo. Ya me estaba quedando un
poco anquilosada de no salir a caminar un día a la semana.
A las ocho menos diez hoy no
hay nadie en la sala de espera. En los monitores, el anuncio
“Por favor, presten atención a los horarios”, pero no hay nada puesto en los
tablones. ¿Cuál será hoy mi tren y mi vía…? Al rato, aparece un
estudiante con mochila y casquitos. Estos asientos son heladores: hoy no tengo
nada para poner debajo... Decido comprarme un
kinderbueno a un euro en el kiosko de la estación.
Al llegar un tren, le
pregunto al revisor desde el otro lado del torco: Vía 2. Y me subo.15 º C a las
8.07 h. Como siempre, pasan a toda flecha el de seguridad y el de la escoba y el
recogedor. Hoy no va mucha gente. En el
primer vagón, solo una chica con un libro, y un señor que va al final, mirando
de espaldas a la locomotora. ¡Ah! Y otro delante leyendo el periódico, desplegado en el otro
par de asientos.
Aunque he metido en la
mochila mi “sombrero de ala ancha”, también llevo mitones y un gorro de lana
porque en Reinosa está previsto que haya muchos menos grados. A las 8.15 h, 16 º C en
Santander. Esto sube como la espuma…Mientras salimos de la ciudad, veo en
funcionamiento el ascensor de la pasarela entre la calle Castilla y la calle
Alta, “inaugurada sin inaugurar”, porque son elecciones, y no se puede. Ya ha habido más de
un conflicto por eso.
En la costa rondan bastantes
nubes negras y se nota que por la noche ha llovido. ¡Qué bien! Hacer hoy un
“media distancia”. Más minutos en tren…Quizá de haberme quedado en Astillero,
me hubiera chispeado algo…
En la estación de Boo, donde
permanecemos parados unos minutos, distingo un saúco cuajado de sus planas
flores blancas. Lo llaman el “compañero/acompañante de la civilización”, y dicen que da mala
suerte cortar un saúco… La campiña está coloreada en distintos tonos de verde,
del más brillante al más oscuro (el de las acacias, las hiedras, los prados,
los eucaliptos, los alisos, los plátanos…). Cerca de Renedo, en una zona de
aguas lentas o estancadas, destaca un macizo de salicarias en color rojo
fucsia. También han florecido el rosal silvestre y la acacia, la mostaza y los
gordolobos. Los campos ya han sido roturados para sembrar y presentan la tierra
dada la vuelta, destoconada y desmenuzada.
De repente, en Caldas, echo
de menos al hombre que siempre se bajaba allí. Hace ya tanto tiempo…Pero no: lo
veo bajar. Todo sigue igual...
Cuando llegamos a Los
Corrales, el cielo está negro de narices y el sol, “picón”. No sé si no me van
a caer unos chuzos. Entre los montes de Arenas de Iguña se desliza la niebla.
Una urraca se ha posado en el poste de una cerca y todos los pajarillos han
salido volando. En Molledo, está aún más negro: Oh, my God!
En Bárcena, comienza a
llover. Si hoy, y aquí, no tocaba…Qué bonita es la subida en caracol desde
Bárcena…El camino desde Santiurde es una procesión de majuelos en flor.
Bellísimo…
Me bajo en el apeadero de
Reinosa y voy primero a Vejo, a “restaurarme” con un zumo de naranja y dos deliciosas
empanadillas. También aprovecho para ir al baño. Pregunto y me indican: “¿Por
la carretera o por el sendero…?”. Por sendero, of course. Primero tengo que
llegar a Requejo. Tomo por la calle La Barcenilla, atravesando el paso a nivel,
y leo en un poste “A Requejo, 1´6 km”. Pero antes de decidirme a tomar el
camino, me llama la atención un puentecillo de madera a la derecha, sin llegar a
cruzar el río, y decido explorarlo. Es un camino de cemento de algo más de un
metro que atraviesa la mies dejando el río a la izquierda. Enfrente, un montón
de naves industriales. Leo “Corta” en una sucesión de naves azules y beiges o
Fundación ONCE en otra. Así llego hasta un campo de ejercicios un poco
desangelado con la hierba alta y una pista polideportiva descubierta. Y, de
repente, un perro. Lleva collar pero no se ve a su amo. Ha debido salir a su
paseo matutino. Nos quedamos mirando mutuamente y él avanza hacia mí. Yo no
quiero retroceder, pero retrocedo, un poco. Al final, aunque él no hace caso de
mi chasquido antiperros, decide darme un rodeo por fuera del sendero. Así,
ambos salvamos nuestra honrilla…
En el camino de vuelta,
delante de mí, de poste en poste, aletea un petirrojo, un alirrojo o un
colirrojo. No distingo bien: solo veo un destello rojizo. Es un tramo muy bonito.
Al fondo, aún quedan unas lenguas de nieve en las montañas.
Vuelvo al sendero hacia
Requejo. Ahora llevo el río a mi derecha. Es un camino de guijo y arenilla
fina. No sabía que podían venir coches…Un chico me pregunta por la ventanilla
si estoy haciendo el GR-93. “Es que mucha gente lo hace, perdone”. Es el GR-99.
Lo leo en un poste. Al rato, el coche está parado ante lo que parecen unos
huertos de ocio. A partir de aquí, el camino es de herradura, no apto para vehículos.
Cruzo una cerca perfilada
por espinos en flor hacia el paso bajo la autovía. Un potrillo muy miedoso se
esconde tras su mamá con la excusa de que va a darle “a la chupeta”. En el área
recreativa de Requejo, un cartel me indica 1´2 km a Bolmir, ya por la
carretera. Cruzando el puente, comienza un “carril bici” para peatones, en
rojo. Cerca del embalse pastan muchos caballos. Al otro lado, una chatarrería al aire libre,
a pesar de su intenso colorido, empaña la visión de los majuelos.
Al llegar a Bolmir, unos
operarios vestidos de naranja limpian con palas las cunetas de tierra y
hierbajos acumulados durante el invierno. Cuento siete personas, al menos,
adecentando el pueblo.
La iglesia románica de San
Cipriano tiene canecillos y capiteles algo desgastados, pero lo que más me
gusta es la espadaña. El recinto es un sitio recoleto con el prado bien
cortado.
Bolmir, un lugar que me
suena a visigótico o celta, con todos esos espinos que dicen los fairy tales
ser “morada de hadas”.
A pesar del frío, de la
afonía, del dolor en el corvejón (¿) ( ah, no, que eso lo tienen los caballos.
Me parece que en humanos es la “corva”), creo que esto: estar al aire libre, me
sana. Hoy no tengo prisa por llegar a inglés, así que puedo rezagarme lo que
quiera.
Voy hacia los confines del
pueblo, al norte, al sur, al este y al oeste. En uno de los finales, un chalé
con una portalada en la que se abomban dos vieiras. En la entrada al cementerio,
una losa hace de escalón. En la calle Mayor, Alimentación "Concha" y un bar.
Tomo el caminito siguiendo
el río canalizado y distingo a “mi lugareño de hoy”, el que he encontrado en el parque
infantil nada más llegar al pueblo; luego, sentado en las antiguas escuelas y
ahora, paseando por el canal. No le parece que el pueblo sea nada del otro
barrio, pero me recomienda recorrer la parte alta. “Es más bonita”.
Volviendo por la carretera,
encuentro un elemento de artesanía popular: una mata de fresa dentro de un
neumático deconstruido”.
DÍA 4. DE LA CANTÁBRICA A
OBREGÓN
Jueves,
28 de mayo de 2015
Hoy, aprovechando que me he
despertado temprano, decido coger el tren de las 7.15 h para llegar hasta
Obregón por la Vía Verde del Pas (unos 6 kilómetros). 14 ºC a las 7 horas en el
luminoso de la Farmacia.
En la estación, la señorita, como siempre,
dice que el tren está en el andén, pero no está.
Creo que este es el día que
he cogido el tren más pronto. A esta hora, cambian los parroquianos del primer vagón: un señor de traje, una pareja,
un chico joven que anda torpemente y, en Valdecilla, se suben un bicicletero y
un estudiante con capucha.
De camino a la estación, en
el Pasaje de Peña, he fotografiado varios de los nuevos dibujos infantiles que
acaban de realizar los niños y niñas de varios colegios de Santander: pensaba
que había más sobre "Los raqueros", pero me he dado cuenta de que el “tíovivo” es
otro motivo frecuente. No sé si les daban alguna pauta o solo “Dibuja algo
relacionado con Santander”...
El sol ha salido hace
tiempo y, antes de Vallerreal, cerca del aeropuerto, la niebla se alza
levemente sobre el suelo. Cuando me bajo en La
Cantábrica, huele a abono. Solo una chica pasea a un perro negro por el parque.
Una pareja de mirlos se mueve a saltitos y picotea sobre la hierba mientras
unas palomas cruzan aleteando sobre mi cabeza.
El “camino rojo” está
cubierto de pelusa de chopo, que ya sé que no da alergia. Bajo la torreta de la
luz, los equisetos ya se han hecho adultos. Pensaba que a estas horas no
habría gente pero, a las 8, me adelanta una chica corriendo y vuelve una mujer
con un perro. Mis amigos (desde la isla de Mull), los cuervos, graznan sobre la
ría de Solía.
…Ya vuelve mi señora del
chándal azul prieto. Ha llegado hasta Liaño. Pasado el cruce de Liaño, en
el otro lado de la calzada, me encuentro a dos coches (uno, un 4X4) por la “Vía
Verde”. Las casas cercanas tienen la salida por ella. Más adelante, veo un
cartel: “solo vehículos autorizados”. Menos mal, ya pensaba que iba a tener que
ir sorteando automóviles…
Atravieso la carretera de
una urbanización (podían haber pintado la acera de rojo para que no tuviéramos
dudas) y vuelvo a avistar la senda junto al consultorio médico. Una vez en el buen camino, decido sentarme un momento
en un banco de madera a mirar la campiña y oír los “píos” y el rozamiento de los coches con el aire.
¿No dicen que somos incapaces de estar diez minutos sentados, en silencio, sin
hacer nada (ni consultar el móvil) en esta vida acelerada que llevamos…?. 8.35-8.45
h. No, yo no tengo ese problema…
No recordaba el camino tan sombreado
hace años: es más, recordaba una solanera…Son arces, principalmente, pero
también hay acacias, castaños, robles…Un camino
fresco y húmedo a estas horas de la mañana. Huele a heno dulce y veo
menta en la cuneta. Es una zona muy humanizada. Constantemente han de recordar
que el camino está prohibido a coches y motos. Estaría bien que añadieran
postes kilométricos para saber lo que llevamos recorrido...
Sobre las 9 h. oigo levantar
persianas en una casa próxima y canta un gallo rezagado. El siguiente panel
informativo, pasado el kilómetro 4 – según han escrito a mano con pintura
blanca en el alquitrán- ya no tiene pintadas (supongo que la lejanía del centro
urbano influye). Así me entero de que el valle de Villaescusa es la zona entre
la ría de Solía y el macizo de Peña Cabarga. Sobre los pájaros que pueden
avistarse, se citan: cornejas, cuervos, ratoneros, urracas, bisbitas,
jilgueros, golondrinas, currucas, pinzones, petirrojos, cernícalos, lavanderas…
Por el norte, a mi derecha,
el cielo se va cubriendo de una especie de niebla negra. Creo distinguir, a lo
lejos, las rocas especiales del parque de Cabárceno. Atrás he dejado la antigua
estación de La Concha. Sí, -me confirman unos
paisanos, quienes me dejan encaminada al pueblo de Obregón, donde pienso coger
un autobús de vuelta-. Es el paisaje kárstico y lavado de las antiguas minas. De
nuevo, el calambre en la corva derecha. ¿Es que ya no voy a poder hacer ni seis
kilómetros…?
La parada de bus está frente al
restaurante "El Moderno". Me hubiera tomado un café o un helado, pero la taberna
Mary o el bar Moderno están cerrados y no veo a nadie a quien preguntar. Son las 10.30 h y, de repente, oigo
voces. Una señora con un perrito atado a una correa muy larga, me confirma que
sobre las 11 tengo autobús a Santander.
Ya en casa...Una noticia de 2011, leída ahora, en 2015.
http://www.eldiariomontanes.es/20110316/local/cantabria-general/tren-unira-santander-cabarceno-201103161342.html.
Tranvía de Astillero a Sarón, con parada en Obregón para 2013. Hasta hoy…
DÍA 5. A LA CAVADA Y RUCANDIO
Me quedaban pendientes
algunas recomendaciones que me han hecho a lo largo de estos 9 meses; una de
ellas era “bajar en La Cavada e ir a Rucandio, mi pueblo”, que me hizo la
dependienta de la pastelería María Luisa, de Liérganes. Así que, ¡allá vamos…!
Jueves,
18 de junio
17º C a las 7.48 h. Todo despejado.
Felipe hoy viene con un
elegante jersey amarillo y sin el “tres cuartos”. Me reconoce.
Redistribuye los panes entre
el saco y las dos bolsas y le ayudo con
ellas de camino al primer vagón.
El trayecto se me pasa
volando hasta La Cavada charlando con él. Tiene 81 años, ojos grises y ánimos
para ir todos los días a Liérganes, de lunes a sábado, a llevar el pan duro a
los animales. En tiempos, tuvo 21 vacas -a las que trataba bien- y alergia al
cemento, por lo que hubo de dejar la construcción.Ahora vive en Santander,
pero sigue levantándose temprano y, “algo hay que hacer”… “Para Rucandio, tira a la
derecha”- me dice desde la puerta del tren, cuando me bajo en La Cavada.
Los pájaros pían como locos
y algunos entonan cantos melodiosos. Hay gordolobos en los campos, al sol, y
menta en las umbrías.
Voy rodeando una tapia de
piedra de más de tres metros de alto y llego a un paso a nivel sin barreras. No
sé cuál es el camino: si el que asciende o el que cruza la vía. Me decido por
el que sube en sombra, más fresco. Las farolas en la carretera y algunos coches
que suben o bajan, me hacen deducir -como una Sherlock Holmes- que estoy en el
camino correcto.
Con mi libro de plantas en la
mano, creo identificar una flor que no conocía: la Campanula patula. Crece en
la cuneta junto a unas ortigas de hojas gigantes. También descubro flores de
digital. Con esta, como dice el libro, “no hay posibilidades de confusión”.
En Rucandio, cien metros
cuesta arriba, el aire huele caliente. Quizá no estemos a más de 20 ºC, pero
tengo calor.
Atraída por un árbol de copa
amarillenta que no distingo qué es, dejo atrás el albergue juvenil, cercano a
la iglesia. El árbol está junto a un magnolio dentro de una gran finca, pero no
veo bien las hojas y me quedo con la duda.
Un cartel me informa de un
sendero local de algo más de 4 kilómetros entre Trasnoval, Rucandio y La
Cavada.
De camino a la iglesia de
Santa María Magdalena, barroca, con una torre octogonal (esto lo leeré luego en
casa porque, por primera vez, se me ha olvidado mirar en la Wikipedia -premio
Princesa de Asturias de Cooperación Internacional 2015), un perrillo me corta
el paso en las lajas de acceso, así que decido ir por la carretera que la
circunvala. El can me sigue por arriba y
lo pierdo de vista un momento. De repente, está junto a mí moviendo el rabo.
Menos mal. Es amistoso…
La iglesia, en un alto, es
como un gran mirador; lástima que unas acacias desgalichadas estropeen la vista
hacia las montañas. Huele a hierba recién cortada y veo los aperos en reposo.
La cuadrilla de jardineros está descansando un rato a la sombra en un banco.
Les pregunto cuándo abren el albergue, cerrado y con las persianas bajadas, y
sin ningún anuncio de fechas u horarios. Me dicen que la llave la tienen en la
casa de abajo, y que abre "cuando hay gente"...
El perro, que no sé si es
suyo, me acompaña un tramo del camino que bordea la finca de los árboles
magníficos, por la derecha. La tapia, por zonas, está derruida. A ratos, él, o
ella, va delante. Otros, yo. Cada cual a nuestras cosas. A oler, a purgarse, él
(o ella). A tomar notas o fotos, yo. Es un perro paciente y andarín, un perro
humanizado que no ladra (¿será mudo?) ni se asusta de mis bastones. Me acompaña por otros
circuitos que emprendo y, a veces, se para a esperarme. Yo creo que le gusta
dejarse llevar por alguien y ver los caminos habituales de otra forma. En una
de las posibles subidas a la iglesia,
campo a través, tres pirindolos, una
especie de menhires “fabricados por el hombre”, me llaman la atención. Parecen
repetirse en una casa con un reloj de sol de 1723, a la salida del pueblo. Me
intrigan…
Rucandio tiene parada de
autobús con asubiadero. ¿Por qué nunca ponen los horarios, para viajeros
despistados que caen por ahí…?
De vuelta, me huele a
alubias caseras. Ummm. En el bosque, a la bajada, cuento encinas, avellanos,
majuelos, rosal silvestre, saúcos, arces, robles, fresnos… Me llama la atención un
banco, desplegado detrás del quitamiedos, muy apropiado para desnucarse por el precipicio. Por supuesto, no me
siento. La próxima vez que vaya a
Liérganes, tengo que decirle a “Mª Luisa” que sí, que su pueblo, Rucandio, es
muy bonito.
Como solo son las 11 cuando llego de nuevo a la estación de FEVE,
decido tirar hacia el Ayuntamiento de La Cavada. Un cartel me informa de la
Real Fábrica de Artillería, de 1650, y La Montañesa Textil, de 1847, “empresa
de tejidos pionera en Cantabria”. La fábrica “de cañones”, con
4 altos hornos, fue la primera siderurgia e industria armamentística de España
(produjeron hasta mil cañones por año). Entonces vinieron técnicos de Flandes,
cuyos descendientes aún conservan los apellidos, más o menos castellanizados:
Arche, Baldor, Guate, Lombo, Roqueñi…
Enfrente del colegio público
“L. y J. del Valle”, en lo que eran las antiguas escuelas, se alza el Museo de
Artillería. En el jardín, cañones varios – fabricados en La Cavada- con su
explicación. Me entero, por ejemplo, de que la fragata “La Magdalena” fue
utilizada por von Humboldt en una de sus expediciones científicas. O que la
fragata “Prueba” participó en la expedición del San Telmo a la Antártida en
1819.
http://www.lacavada.es/.
Museo de Artillería en La Cavada en las antiguas escuelas, inaugurado en 2006.
http://www.eldiariomontanes.es/bahia-centro-pas/201506/20/angel-cuadrado-nombrado-director-20150620204831.html. Mº
de Artillería La Cavada
Junto a la iglesia de San
Juan Bautista, un jardín en memoria del párroco, con el lema en la puerta:
“Hasta aquí, el tiempo. Desde aquí, la eternidad”. Nunca mejor dicho. El prado,
alrededor, trufado con las inefables toperas.
Dejo atrás la piscina
municipal, el polideportivo y varias casas indianas maravillosas para coger el
tren de las 12 y 10. El próximo día, Ceceñas.
DÍA 6. A CECEÑAS. ÚLTIMO DESTINO ESTE "CURSO"
Miércoles, 24 de junio de
2015. 7 de la mañana. 17 º C. “Tren a Liérganes, situado en
vía 7”- oigo decir a la señorita por el altavoz. En el luminoso pone “en
andén”. ¡Ja!
En la sala de espera, los
restos de la noche de San Juan y algunos vociferantes. Se suben en mi primer
vagón. ¡Vaya! Decido moverme al segundo para dejar de oírles. Una pareja
también se cambia.
Cuando estamos todos
acomodados, vienen a desalojarnos. “El tren es en la vía 2”. Hoy sí que me
gustaría haber tenido unos casquitos con buena música…
Como es muy pronto, decido
ir primero a La Cavada para ver lo que me faltó la otra vez.
Día naranja. ¡Bien!
La cuadrilla de chicas se
baja en Astillero. Entre los chicos, un tal Jonás es el más pasado y díscolo. El grueso se baja en
Solares y el llamado Jonás se pasea arriba y abajo del pasillo del tren como Pedro
por su casa. En Ceceñas, fuerza la puerta para salir. No sé si ha tirado de la
anilla y se ha bloqueado todo. Solo vamos el conductor y, aparte de ellos y yo,
otro chico que se ha subido en la parada anterior y que le mira divertido.
Espero que se vaya a dormir a casa y no encontrármelo luego por Ceceñas…
A las 8, todo está dormido
en La Cavada. Villa Pilar, a la
salida de la estación, aún conserva encendida la bombilla de bajo consumo de su
portón. Un perro empieza a ladrar. El paso habitual de parroquianos no le
importa, pero si te paras y permaneces un rato quieta…
Voy hacia el centro del
pueblo. El hostal Riotuerto está encima de la carnicería Esteban. Por una
rejilla de ventilación sale un olor a carne… que a estas horas de la mañana me
marea. Junto a ella, “el rincón” de Vicente Trueba, “el primer rey de la
montaña”, con una fuente y un monumento. La localidad tiene otro ciclista
famoso: Isidoro Bejarano Lavín (1913-1970), “vecino de Riotuerto”, pueblo que
está a 2 kilómetros.
Junto al arco de Carlos III,
de 1784 (la entrada al recinto de la Real Fábrica de Artillería), la posada
restaurante Carlos III, en color pistacho. La verdad es que el arco queda
como testimonio exento entre el taller “Real Sitio” (revisiones pre-ITV y
reparación general del automóvil); Gerardo, barbería, el centro de tercera
edad, una sucursal de Caja Cantabria y una casetuca (¿la del factor?) del
centro de turismo activo Alto Miera. Un conjunto poco armónico y algo
deslavazado.
En el cartel explicativo,
leo que, mientras duró, la fábrica produjo 26.000 cañones, además de munición,
consumiendo ¡10 millones! de árboles. Pero consiguieron disminuir en un 25 % el
peso del cañón, y eso, en barcos de la época que llevaban hasta 140, fue muy
importante (para no hundirse).
Me tomo un cortado y unos
“conguitos” (bolsa de 20 gramos) en “El cestuco”, que abre temprano. Luego, me
deslizo por un sendero a la vera del río. En abril de 2014 han recuperado un
lavadero y la fuente de Tarancón, creando, con una pequeña intervención, un
lugar plácido y sedante, sombreado y tranquilo. Con el murmullo del río como
acompañante.
A las 9 y 12 estoy en Ceceñas. Cuando salto al andén, huele
¡a mierda! Veo el campo cercano inundado por lo que parece abono líquido. ¡Algo
era ello!
No sé por dónde es la salida
hacia el pueblo y, como no veo a nadie, tomo hacia la izquierda para bordear la
iglesia (de San Vicente); pero es un camino sin salida.
Una chica, que resulta ser
profe, y que me ve un poco despistada, se empeña en llevarme a su cole (Colegio
Bilingüe Apostolado -del Sagrado Corazón de Jesús), para preguntar a alguno de
sus colegas, que es de aquí, si existe algún sendero cercano “andable”. Les
dejo pintando las puertas de azul brillante y cojo ahora a la derecha del cole. Después, tiro hacia una zona sombreada, cruzando la vía sin barreras. Huyendo del
calor.
Las nueces ya están
gordezuelas, pero aún verdes. Los maizales (de unos 50 centímetros de altura)
empiezan a esponjar. Al fondo, la Casa Blanca del pueblo de Valdecilla, la
iglesia, y Peñacabarga.
Voy hacia el barrio de El
Casar, donde distingo una casa indiana? que me gusta mucho, bordeando el
maizal. En el portón pone: 1890. Frente a la casa, cuyos muros han recrecido,
un grafiti: “Sonríe que te vigilo”, dos corazones y Bribriblibli.
Así llego al parque fluvial
“La Regata” junto al río Miera. Está un poco abandonado. A la entrada, me
“saludan” cuatro zapatillas deportivas
tiradas sobre el asfalto. Chopos y plátanos sombrean la zona, y las
ortigas prosperan por todos lados. La hierba está alta y se ven restos del
botellón nocturno. Al inicio, una caseta que no sé si se transformará en bar en
verano. Al otro lado, dos estructuras de madera, a modo de asubiadero, con mesas para comer. Hay una fuente.
A medio camino entre los dos
extremos, una ingeniosa entrada al parque entre dos tapias bajitas. Me dedico a
cortar las bardas que salen al camino. Me siento un poco como Juanito Manzana,
solo que en vez de esparcir semillas, corto zarzas…
Vuelvo por el barrio Rubayo
y cruzo de nuevo la vía del tren. Salgo a la carretera general hasta que veo un
cartel que señala FEVE por el interior, y me meto por ahí. Como aún me queda media hora
para el próximo tren, cojo de nuevo hacia la iglesia y sigo eligiendo los
caminos más sombreados. La gente trabaja en sus huertas: un señor sulfata los
tomates con la mochila a la espalda, y sin máscara. Distingo cebollas, judías
verdes, lechugas…Callejeando, llego hasta la bolera, junto a la carretera
general, y decido que ya está bien por hoy.
En unos paneles, leo los horarios de entrada a la finca Marqués de Valdecilla (no imagino que, semanas después, en un curso de verano de la UC, me lo van a enseñar todo con detalle).
En la estación, tres profes
del cole vienen a echarse un pitillo, fuera de la vista de la dirección.
Pajarines y mariposas revolotean en el campo segado frente a mí. En el cielo,
las primeras nubes, y la brisa, que empieza a crecer. Esta es mi última salida
este “curso escolar”. Pero pienso hacer más el próximo…