viernes, 12 de julio de 2019

PASEOS DE MEDIA HORA. A BILBAO, EN BUS

Miércoles, 19 de junio de 2019

Cojo el bus en Santander de las 8 h. 17/18 grados. ¡Bufff! Y en Bilbao, ¡más calor...!

La estación está manga por hombro en su parte superior, con los techos al aire y cintas de “No pasar” por todos lados.

¡Tengo la negra! Detrás me ha tocado un niño chillón y los padres no le dicen nada. Son padres jóvenes, y el niño, ¿con quién va…? Con la mamá. El padre se ha puesto los casquitos y a teclear en el móvil… ¡Y a vivir! Voy a echarle mi “mirada paralizante”, como la de mi abuelo paterno, que dicen, te clavaba en el sitio. A nosotros, de pequeños, antes de salir de casa, mamá siempre nos “leía la cartilla”. Y éramos unos santos. El niño sigue maullando lastimero.

La autovía está llena de gordolobos enhiestos y amarillos. En Laredo se suben un montón de conocidas que se hablan de asiento en asiento. Poco a poco, el autobús se amodorra, entre el calorcillo y el sonido, bajo, de la radio, de fondo. El niño parece que se ha dormido…

Mi compañera de asiento va a Zaragoza. ¡No le queda nada! Debo ser el bicho raro entre tanto “tecnológico”, escribiendo en mi cuadernillo a boli. Hoy he oído en las noticias que los adictos al móvil están “mutando”: les sale un espolón en la nuca y se les alargan los pulgares…

Castro Urdiales sigue creciendo, monstruoso. ¿Acaso no puede limitarse el crecimiento de las ciudades…? Así es como las podemos gestionar y tener calidad de vida. ¡A crecer a otro sitio…! Conservas Lolín tiene el tejado lleno de hierbajos, yo creo que incluso plumeros. Junto a la estación, un supermercado BM inmenso, en azul marino. Una gata solitaria remolonea por los rectángulos de prado.

El niño va dormido mirando al cielo, con el chupete encasquetado. Al salir de Castro, el conductor empieza a momificarnos por frío, una de las formas clásicas de conservación, con el aire acondicionado.

23 grados a las 9.30 h en Bilbao. ¡Oh, My God! Hay cola de entrada bajo las “costillas de la ballena”. La estación de autobuses sigue siendo provisional, en la calle y, en el agujero que había antes, ha salido un edificio grandioso, por ahora de tres plantas.


Tras ir al baño, me tomo un café y un pincho en la cafetería “de la estación”. 4´50 euros. Estaba bueno, pero ¡ya les vale…! Veo la “i” de Información, en el primer piso, y me paso a coger un plano de Bilbao. Soy de la era Gutenberg. ¡Qué le vamos a hacer…!

Tengo que ir al principio de la Alameda de Recalde y, en el mapa, parece una tirada, así que decido ir en tranvía (el Euskotren). Luego, ya será el momento de venir andando. En la parada de San Mamés, una chica me ayuda a sacar el billete (1´50 euros). Luego, yo enseño a otra pareja. Cuatro paradas al Guggenheim, que es la más cercana.

A las 10.30 h empieza a nublarse. Espero que el día me dure hasta las 14 h en que cojo el bus de vuelta… Cuando sale, el sol está picón (el que decimos que anuncia lluvia). Tras hacer la gestión que había venido a hacer, cojo –andando- la Alameda de Recalde hasta la plaza Moyúa. Empieza un vientecillo intranquilizador y el cielo se está poniendo negro-negro.


En Moyúa, tomo la calle Ercilla, que es peatonal. Tengo las lumbares al jerez de estar parada frente al  (hotel) Carlton para hacerle fotos. Nunca me había fijado en la placa con el nombre del arquitecto: Manuel María Smith. https://hotelcarlton.es/el-hotel-carlton/. 


No aparece en la página web del hotel, pero mi bisabuelo, Constancio Ara Olarte, a través de la empresa Ara Hermanos, material para calefacciones, se hizo cargo de los trabajos de calefacción y servicios de aguas, según consta en el certificado que les expide el arquitecto, en 1926.




Leo en la página web del hotel que fue sede del gobierno vasco durante la Guerra Civil. Al principio de la calle Ercilla, una estatua recuerda a su presidente, José Antonio Aguirre. Un poste indica que hay un kilómetro hasta el estadio de San Mamés (más lo que ya he andado, 2 kilómetros: mi media hora diaria…).


Me voy sentando en todos los bancos que veo: parece que estoy en Asturias haciendo el Camino de Santiago y abrillantando “quitamiedos”. Aquí, como son de madera, les doy cera. Veo un escudo del Athletic Club, ¿una tienda oficial…?

La alameda de Uquijo continúa la calle Ercilla. Esquina con José Mª Escuza, el edificio de un garaje que parece racionalista. A las 12 h estoy en la Termibus (la estación de autobuses) con el cielo definitivamente negro. Los señores, mirando las obras. Un clásico…


Estoy muy cansada y me apalanco en la cafetería hasta la hora del bus. Pensé en cambiar el billete, pero había una cola… Al fondo de la calle General Eguía y de la parada de taxis hay un buzón de correos. Pregunté a un taxista, pero no tenía ni idea. Como ya no se envían cartas… Echo una postal para mi sobrina.

Mientras espero fuera en unos asientos incomodísimos (una barra; seguro que quienes los diseñaron no se han sentado nunca en ellos un rato...), me parece que chispea. Al principio, pienso si serán gotitas  de la obra  de enfrente pero, o empieza a llover o me está escupiendo un pájaro…


Cuando faltan unos 15 minutos para la hora, aún no ha aparecido en la pantalla la dársena. Cuando sale, vuelo hacia el otro lado. 23 grados a las 14 horas.

En el autobús, sufro otra “criogenización” con el aire acondicionado. No sé si me voy a necrosar…





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