lunes, 28 de enero de 2019

VIAJE EN TREN A MADRID. El primero de 2019

Jueves, 10 de enero de 2019

11 grados a las 13.22 h. Soy una agobiada y he salido con mucho tiempo para la estación. Ahora hace un sol “picón”, pero ¿quién me dice  que no jarreará dentro de un cuarto de hora…?

Voy forrada: jersey de cuello alto, chaleco de lana, forro polar a la cintura y trenca. Y botas en los pies. Han dicho que va a hacer mucho frío y, tras el incidente del tren de Badajoz. Además, he metido dos sanwiches y una naranja y un botellín de agua (por si nos quedamos sin electricidad y sin existencias. Nunca se sabe…). También llevo, además de mi inmortal maleta de cabina, una bolsa con viandas -roscón incluido- y otra con regalos. Nos vamos a juntar, después de muchos años, las amigas que compartimos piso en Madrid, primero como estudiantes y luego como trabajadoras (sin unos sueldos muy prometedores …).

Por una promo, voy en Preferente (solo a la ida). 10 grados a las 13.55 h. Estoy en el vagón de cierre (el primero, pero por la cola). La azafata recita su bienvenida deprisa, con pocas ganas y arrastrando y juntando las palabras. Incluso en inglés. Delante de mí, un señor va jugando en su portátil al ajedrez consigo mismo. El revisor es un moderno con el pelo cano recogido en una coleta.

El cielo está lleno de nubes con la tripa negra. 129 kilómetros por hora en la salida de Santander. A partir de Los Corrales, entramos en Mordor. Detrás de mí, dos viejillas se recuerdan que a las 15 h se han de tomar sus pastillas. Se ha oscurecido todo que casi parece de noche a las 3 de la tarde. El paisaje está grandioso. Pienso, mientras reconozco los lugares en los que he estado, gracias a los trenes de Cercanías,  que “solo memorizas un camino andando”.



En Reinosa hay 4 grados a las 15.07 h. Apenas un poquito de blanco (¿nieve, granizo…?) mancha las montañas. Al ver el letrero de Pozazal (el “alto” de Pozazal), me vienen a la mente las veces que, de pequeños, con mis padres, vinimos a esquiar y a tirarnos con plásticos. No había nadie. Estábamos solos.

La puerta de nuestro vagón, a pesar de ser Preferente, no corre o, cuando lo hace, es como si tuviera arenillas en el carril inferior. El señor del ajedrez dice que el secreto es apartarnos de la puerta cuando damos al círculo táctil…

En Palencia vuelven de nuevo la luz del sol y el cielo azul. A mi lado, una estudiante de Magisterio va subrayando sus apuntes. Tiene un examen en un par de días. Detrás, una chica joven hace crucigramas mientras con el móvil saca fotos del paisaje.

A las 16.10 h estamos parados en Monzón de Campos esperando al Alvia que viene de Madrid. También nos ralentizamos un poco a la salida de Palencia. Una de las viejecillas tiene una tos de perro…

“Calle de la vía”- veo entrando en Valladolid: no se han esforzado mucho al pensar el nombre… 247 km/h a las 17.26 h. Después de Valladolid, ¡a toda máquina…!. Llegamos o´clock a Chamartín. Hoy no ha habido incidencias…

Día 1. Viernes 11 enero

A las 9 salgo de casa con un frío que pela. Mi objetivo es fotografiar nuestra primera casa de alquiler en Madrid, un edificio de apartamentos en Clara del Rey, 39. En Atocha, tráfico intenso más la sirena de una ambulancia y otra de bomberos…

Cojo el metro hasta Avenida de América (con cambio en Bilbao de la línea azul a la marrón). Aunque sigue siendo un nudo de comunicaciones, la salida está muy cambiada (Nada de la pintada “Fláccidos Lunes”, a la entrada…). La de los números pares (la mía) se ha convertido en unos cubos de cristal bien aparatosos.



Me dejo llevar por la intuición y el recuerdo: salía de frente hacia el poliedro con el cartel de la UGT encima. Ahora es una vía semipeatonal con una parada de taxis en un lado y un mamotreto (un intercambiador) que aúna la estación de autobuses, la de metro e interurbanos¿.


Llego a la calle Cartagena, perpendicular, y el comienzo de la calle Clara del Rey. Intento ver si recuerdo algún comercio, pero en el apartamento solo estuvimos un curso (el de 1982-1983). Hace ya tanto tiempo…



Recuerdo que había una lavandería cerca (en el piso, enano, no teníamos lavadora, aunque había una despensa que casi era más grande que la única habitación…) y un banco a donde mis padres me enviaban el dinero para el mes.

No me suenan los comercios de 2019, tan solo el despacho de reparación de calzado (El Artesano) en la calle Cartagena y el edificio alto de Las Torres Blancas, que servía de referencia.


Creo que siempre lo sentí un lugar de paso: era residencial, de oficinas, sin calor de barrio, para mí. No recuerdo salir a recorrerlo, como hice con otros, y siento que, en este caso, el barrio era solo mi calle, de ida y venida de la facultad, desde Avenida de América hasta Argüelles.


Tras tomar un café y un cruasán, voy a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (Alcalá, 13) a ver la exposición del fotógrafo francés Jean Laurent (Juan Laurent, en España, con estudio fotográfico en el número 39 de la carrera de San Jerónimo desde 1856). Había recortado la noticia del Diario Montañés para cuando viniera a Madrid. El autor había retratado Puerto Chico en 1867. Dicha foto ocupa un buen trozo de pared y trato de reconocer los edificios acercándome mucho y seleccionando detalles: un escudo, la Fonda del Comercio…Cuando vuelva a Santander, intentaré reconocer los edificios in situ…


Luego, dejo atrás el ruido de las obras alrededor del metro de Sevilla para entrar en el jardín de la Residencia de Estudiantes en la calle Pinar, 23 (un Shangri-La). Me compro dos tomos de las memorias de Victorina Durán (otra mujer olvidada) y hago tiempo para comer el menú en el salón que aún conserva el piano donde tocaba García Lorca, con los mismos ventanales.


En el comedor de la Residencia los manteles son siempre muy blancos, siempre uno de los platos es bufé de ensalada y siempre ponen una jarra de agua en la mesa. Tomo arroz negro, rabo de toro y tarta de chocolate con naranja. Ummm...


DÍA 2. Sábado 12 de enero. Me acuerdos

El sábado, las amigas que compartimos piso en los 80 y 90, más una, quedamos para comer en la Residencia de Estudiantes sobre las 14.30 h, y ponernos al día. Llevamos unos cuantos Me acuerdos  (Frases breves que sintetizan los recuerdos de los años pasados en Madrid), para compartir.

He aquí unos cuantos ejemplos…

-Me acuerdo de la pintada “Fláccidos Lunes” a la entrada del metro Avenida de América. Eran los tiempos del Rock-Ola [sala de conciertos en Padre Xifré, número 5, frente al edificio Torres Blancas, entre 1981 y 1985, cuando La Movida madrileña].

-Me acuerdo de cuando limpiaba con una fregona el suelo frente a la tele para practicar la gimnasia con Eva Nasarre (en Viriato, 33).

-Me acuerdo de cómo a las 10 nos instalábamos en el salón con el desayuno para ver [la telenovela] Los ricos también lloran.

-Me acuerdo de La edad de oro, de Paloma Chamorro. ¡Cuánto aprendí de música aquellas noches…! [Los jueves, entre 1983 y 1985].

-Me acuerdo del día en que, al dar la vuelta a una tortilla, se nos fue por la ventana (del patio). Éramos muchos a cenar y tuvimos que sacar colacao con galletas…

Luego, una visita a nuestro exbarrio de Chamberí, y las casas que habitamos (Viriato 33, Santísima Trinidad, 7 y Viriato, 38), constatando lo que aún permanece y lo que ha desaparecido, o cambiado…


DÍA 3. Domingo 13 de enero. Un brunch para seguir hablando

El domingo, a las 12.30 h, quedamos para un superdesayuno en Ganz (Almadén, 9, en el barrio de Las Letras, cerca de Atocha). Y siguen las risas y los recuerdos. Prometemos no tardar tanto en reunirnos de nuevo…





viernes, 18 de enero de 2019

VIAJES EN TREN 8. LOS PUEBLOS QUE ME QUEDARON. VIÉRNOLES

VIÉRNOLES, el antiguo "Vermulas"

Jueves, 3 de enero de 2019

Dos vecinos por la calle: “¡A ver cuándo sale el sol…! Más tarde dará gusto, pero ahora…”. 8 grados a las 9.44 h.

Dentro del tren, el luminoso indica 9 grados a las 9.47 horas. Hoy me he dado cuenta de que las “barras horizontales” salen por detrás del letrero; por delante, la información sale bien.

Tenía mucho hambre (desde las 6 en que desayuné), y le he dado unos cuantos mordiscos a mi sanwich de fuagrás incluso antes de partir…

Voy sola con el revisor, creo, en el primer vagón. El cielo, saliendo de Santander, está un poco enmarañado. ¡Ah, no!  El de la calva reluciente, sentado delante, no es el revisor…, porque acaba de pasar.

Antes de Nueva Montaña, cruza el tren, de atrás adelante, “el “armario”. El de Seguridad es alto como un castillo.

Vamos 4 gatos pero, al menos, tenemos un tren decente, no como el de Badajoz-Madrid, que es antediluviano. ¿Cómo es posible que se diseñen AVEs, trenes de Alta VElocidad, carísimos, en ocasiones sin seguridad sobre su rentabilidad y, antes, no haya un tren de, simplemente, “velocidad alta”, digno para todos los habitantes del país…? ¿En qué piensan los que planifican, los gestores…? Y luego dicen que no debe haber dos velocidades, y bla, bla, bla.

5 grados a las 10.12 h, parados en Guarnizo. ¡Oh, Dios mío…!

En Parbayón, un candado solitario en un cable/alambre junto al asubiadero. ¿Estará iniciando la moda que propició Federico Moccia…?


Hoy no viene la señora del carrito y la muleta, ¿será porque es jueves…?

3 grados a las 10.23 h en Renedo. A este paso, en Arenas voy a estar a bajo cero…

En Zurita, han señalado los barrios con cartelería moderna y colorista. “Piélagos [el municipio a que pertenece], grande por naturaleza”- leo luego en casa, en la foto.


Los prados, situados al norte, en sombra, están “escarchados”. En Torrelavega, una pareja que se subía siempre, para bajarse en Los Corrales, hoy no lo hace. ¿Porque es jueves…?

La estación de Las Caldas sigue rota. ¿Ni siquiera como regalo de Reyes…?

En la llanura de Lombera hay niebla y ¡2 grados! A la estación de Los Corrales llega en coche una señora mientras estamos parados. Le cuesta correr y ha de cruzar la vía. Creo que lo coge: el maquinista ha debido verla.

En Las Fraguas y Arenas, niebla espesa y 1 grado sobre las 11 horas.


Voy lo primero al Rincón, a tomarme un chocolate caliente (y pido un pincho de tortilla para llevar. Como me he comido mi sanwich…). Escucho las conversaciones de bar: uno que entra, “Hay niebla, helada…”. Vanesa¿ contesta a quienes creen que le falta repertorio y  maneras para estar en un bar de hombres: “Con tantos hombrones, como para no aprender…”.

Tras llevarles las fotos prometidas a los parientes, mientras hago tiempo para el tren de las 12.30 h hacia Viérnoles, mi destino de hoy, recorro los caminitos más cercanos a la estación, paralelos o perpendiculares. Encuentro ortigas "escarchadas"...


Luego me siento, al sol, en un banco, de metal frío, a esperar. Como en Arenas es vía única, no tengo problema con “¿dónde me pongo…?”. Las traviesas son de cemento, incluso aquí…


VIÉRNOLES

Llego alrededor de las 13 h. Tengo algo más de dos horas y media hasta el siguiente tren. Siempre me han encantado las “volutas” del cartel del apeadero (“una cornisa moldurada y un frontis decorado con filigranas…, de 1885” –leo, buscando por ahí… http://patrimonio.coacan.es/apeadero-de-viernoles).


Tiro de frente (en dirección Reinosa; en sentido contrario, pone “carretera cortada”) y me encuentro con una senda peatonal roja. ¿Será la que llega hasta Barros, parte de la Vía Verde del Besaya…? La hice hace años – para preparar mi Camino de Santiago-, pero no recuerdo si pasaba tan cerca del apeadero de Viérnoles…


Hay mucho ruido de tráfico de la autovía. Las pobres vacas de una explotación cercana deben estar acostumbradas. Mucha sombra y demasiado ruido, así que, en un primer momento,  pienso en tirar -en la rotonda “de las estelas”- por el túnel bajo las vías. Pero luego decido seguir el camino rojo hasta llegar a un “casoplón”. Enfrente, media docena de burros, dos de ellos dándose lametones en el lomo.


Aquí acaba, al menos, de momento, el camino rojo, y me cruzo al otro lado. El casoplón tiene, junto a la puerta de entrada, un león rampante, bastante erosionado. Subo rodeando el muro de la finca, dejando unos mandarinos a mi derecha. Sopla un viento frío que corta el cutis. Camelias y mandarinas dan color a la piedra oscura de paredes y fachadas.


Al encontrarme con otro túnel, pienso si alguno de ellos será el que hizo El Rojo, un pariente Herreros, para dar solución a un problema ferroviario.Tras él, pareces entrar en Shangri-la: apenas se oye ruido y hay un microclima de naranjos y limoneros.


Descubro la primera prímula del año (según mi Guía, florecen en febrero/marzo?) y me dejo llevar hacia la torre de una iglesia que veo a mi izquierda.


En coche, he venido a Viérnoles varias veces, pero nunca he visto estos sitios que solo se descubren andando, al albur. Apenas se oyen unos campanos y el sonido moroso de un riachuelillo.

El suelo, en las partes más sombrías, está cubierto de musgo. Cuando la subida se convierte en atajo de piedras, agua y barro, decido buscar otro camino para llegar a la iglesia.


Frente a ella, en el número 375 A, se vende una increíble casona (Casa de Sánchez de Bustamante o de los leones -leo ya en casa) con escudo monumental  (con dos leones; para mí, resalta más el “emboscado del yelmo”…). 


Han puesto tela metálica en las ventanas y pinchos en los alféizares y balaustrada de madera, para las palomas, pero la tela se ha roto en algunos lugares y el balcón, la solana, está de pena. Hay una greca (un friso) maravillosa y unos tallados... (En internet, leo que la casa cuesta 375.000 euros…).


En el mesón La sota de bastos, un montón de estatuas “clásicas” colonizan el jardín. Una me trae a la mente a la Falbala de los libros de Astérix, no sé por qué.


Paso ante el polideportivo vecinal y el centro cívico social. Son las 14.30 h y he de ir buscando el camino de vuelta al tren. Hay mucho que ver en Viérnoles; porque el pueblo, en sus barrios (7), se extiende hacia la colina (el monte Dobra).


Me dejo llevar por la intuición, y también por el gusto: un camino con dos árboles llenos de palomas (al acercarme, veo que son estorninos) junto a una vaquería (una vaca joven sale a mi encuentro, al galope -hay cerca, menos mal- y me da un susto de muerte). Sí, un camino muy bonito, pero con llegada a…un prado particular. Vuelta.

Esta vez, veo de frente la sota de bastos que da nombre al bar. Me quedo sin palabras…


Siguiendo, salgo a la rotonda de las estelas que vi al principio y ¡vuelvo al ruido de la autovía! A las 14.50 h veo llegar un tren mientras subo hacia el apeadero por el camino rojo. ¡Lástima…! Pero no hay mal que por bien no venga. En una hilera de bancos, al sol, saco mi pincho de tortilla de El Rincón y me lo como con arrobo. Esta sí que es una buena tortilla…Lo completo con unos frutos secos (sin sal) y, ya restaurada y descansada, voy hacia la estación.


A las 15.20 h, el sol se está quedando frío. Cuando llega el tren, a las 15.45 h, ya me he puesto todo lo que traía encima y tengo las yemas de los dedos, que salen entre los mitones, a punto de congelación. Agradezco el calorcillo del interior…

SABER MÁS

https://www.eldiariomontanes.es/torrelavega-besaya/201705/17/viernoles-pueblo-casonas-20170517121104.html. Viérnoles, pueblo de casonas.


https://elpais.com/economia/2019/01/04/actualidad/1546625202_356246.html. La fiebre por el AVE deja en el olvido el resto de la red de ferrocarril.


Y una meme festiva…

TEN FE. Renfe cambia su nombre en Extremadura






lunes, 7 de enero de 2019

VIAJES EN TREN 7. LOS PUEBLOS QUE ME QUEDARON. SOMAHOZ (2)

SOMAHOZ. A la busca del puente ferroviario y el depósito de agua de La Quijano

El otro día dejé pendiente el puente Ranero (que no era el que tenía el voladizo de madera, ni siquiera otro pequeñito metálico); también quiero ver de cerca el puente ferroviario y mi “fortaleza medieval”, así que ya tengo varias aventuras para hoy.

Miércoles, 26 de diciembre de 2018

8 grados a las 9.51 h. en la farmacia. En el luminoso del tren, 12 grados…

Cuando estoy en el torco, veo a la señora del carrito y la muleta subiendo con dificultad al primer vagón. Al llegar, ya está arriba y le recojo la muleta del suelo.

Hoy hay niebla en la bahía de Santander, en las llanuras y en los valles. Esta noche ha caído una buena helada sobre los prados.


No ha pasado el de Seguridad, así que en Renedo me levanto a ayudar a la señora del “Inspire you”. Va siempre en playeras, con bermudas y con el mismo gorrito. Le poso el carrito en el andén y mientras baja, me dice: …“Y tan joven… ¡Qué cutis tienes! ¿Qué crema te pones…?”.


Desde Renedo solo vamos tres, conmigo, en el  (primer) vagón. En Torrelavega, se suben 4 jóvenes, dos chicos y dos chicas, bulliciosos y rientes.


Las Caldas sigue roto…El de Seguridad pasa antes de llegar a Lombera. En Los Corrales, los mismos 8 grados de Santander a las 10.42 h.

Pensaba hacer otro camino, pero en la dirección contraria (hacia el centro de Los Corrales) está todo sombreado, así que voy cara al sol dirección Somahoz, de nuevo.


En los campos, aún con rocío, bolsa de pastor, aristoloquias… Han florecido cerrajas (de julio a octubre, según mi Guía de plantas), jarillas y zanahorias silvestres (de julio a octubre). También veo algunos tréboles morados (de junio a octubre) y margaritas cerradas (quizá por la hora o el frío). E incluso un gordolobo (de junio a septiembre) y ortigas muertas. Quien no se crea el cambio climático, solo tiene que observar a su alrededor…

En el Fleming, me tomo un pincho y un café (2´30 €). Hoy el tema va de política: “Les han pillado en la estación a los de Podemos y Ciudadanos”…“Y Vox ha tenido un ataque de cuernos…”.

En el río, patos y lavanderas andando sobre las piedras. Creo ver una cascadeña, con la tripa amarilla y el rabito oscilante.


Tras cruzar el puente, de madera para los peatones, y siempre buscando el sol, tiro primero hacia la derecha, al final de las casas, llevando el riachuelo a mi izquierda.

Pregunto a un paisano: ¿A dónde va esta carreterilla? “¿A dónde quiere usted ir…?”- me contesta. El olor a “pis de vaca” es insoportable. Llego hasta un merendero y me vuelvo.


Tiro ahora por el puentecillo de metal pintado de verde y, en la horquilla, tomo el lado del sol, más a la izquierda (también más llana). Mi idea es volver por la otra orilla del río hacia Los Corrales. Voy a tomar un atajillo, pero un paisano me disuade: “Por ahí llega  a la presa y no se puede pasar” (Luego, tomaré este pequeño camino, que llega al puente ferroviario). Así que retomo por la carretera, con bastante tráfico a pesar de no tener ni líneas pintadas ni arcenes. Ciclistas y corredores son también usuarios. En la lejanía, entre zarzas y maleza, creo distinguir el puente de hierro.


Llego hasta el cementerio, pequeñito y soleado (son las 12 h). Detrás, el tanatorio municipal y el punto limpio. Aquí empieza un paseo rojo peatonal. Habría que barrerlo un poco (y arreglar algún socavón de la carretera). Si no fuera por el tráfico, sería un camino llano muy agradable de pasear.


Como hoy se me ha olvidado echarme vaselina en los pies, paro en un banco muy a mano junto a un níspero para hacerlo antes de que se me maceren los pies.


El señor que anda “a lo Fraga” viene también por aquí. Vuelve uno de los corredores, ¿de Puente Ranero…? Dos señoras que pasean sendos perros, me preguntan: “¿Viene de muy lejos…?”. Me dicen que, recto, puedo llegar hasta San Felices. Creo saber dónde estoy: en el puente que desde Corrales lleva a San Felices por una larga recta. Está cortado, así que tengo que buscar un paso.


Llego al kilómetro 1 de la CA-736 y me vuelvo. Dejo pasar delante de mí a un grupo de mujeres caminantes, vecinas, supongo, a ver por dónde van. Efectivamente: en el puente cerrado en obras  han dejado un paso para peatones, que yo no había visto.

Al otro lado, veo un camino de tierra a la izquierda que parece llevar al puente de hierro. Hago a unos señores parados hablando mi pregunta habitual: Este camino, ¿a dónde lleva…? Y me confirman: “Es carretera cortada. Ve el puente, y se vuelve” (Sí, buana- pienso).


Hay varias infraestructuras abandonadas y trocitos de ladrillo y teja incrustados en el camino. Dos cabritas me miran curiosas, convertidas en estatuas de sal. ¡Ah, no! Que una es un cabrón…


Es la 1 cuando llego al pie del depósito (mi fortaleza medieval). Vista desde abajo, la construcción de cemento es impresionante. Llego donde me permite el camino, y cruzo al otro lado del canal por una puertecilla  (ningún signo de “no pasar”, aunque luego leo algo sobre la alta tensión en un cartel que no había visto). Hago mis fotos y me doy la vuelta.


En el regreso, un montón de mirlos trastean de unos árboles a otros. Como tengo tiempo hasta la hora del tren, decido dar marcha atrás a ver si desde el otro “camino cortado” veo mejor el puente ferroviario.

Cuando cruzo el puente Ranero, oigo un villancico: “Ande, ande, ande, la marimorena…”. Y entiendo el tráfico…: como no pueden pasar por el puente, han de ir por el camino del tanatorio.

La señal, al inicio del tramo,  dice: “Recuerde, tramo en obras, 2 km. Máximo, 30 kilómetros por hora”. De ir a 30, ¡nanay! Un muchacho con una furgoneta de cafés El dromedario viene a toda flecha. Y en cambio de rasante. Me da un susto de muerte… Un Audi, incluso se mete en MI “camino rojo”. Otra furgoneta, lo mismo. ¡Que es MI camino…!


Alcanzando ya a las primeras casas, me paran la madre y la hija de los dos perros. Me cuentan que hace unos meses coincidieron con dos caminantes: una canadiense que estaba en Menorca trabajando, y otro chico de Europa del norte, que se dedicaba a caminar por el mundo. Les ofrecieron su casa e incluso los invitaron a Valderredible, de donde era la madre. “Nos han enviado una felicitación muy cariñosa, hecha por ellos”…


Llego hasta la presa por el otro lado, por un camino de tierra, y una pareja de azulones sale volando de súbito. Casi me caigo de espaldas. Luego, mientras trato de sacar el puente, escondida tras un árbol, para evitar el sol de frente, un perro empieza a ladrarme a la espalda, y casi me da un infarto. ¡Le has asustado! - me dice la dueña¿¿¿!!! Bueno, en todo caso, nos habremos asustado mutuamente - pienso yo para mí misma.


Esta vez me vuelvo por la carretera general hasta la rotonda con un romano a caballo. Junto a un poste informativo, la “Ruta cultural Los Leguarios” y un hito de piedra donde se lee: A Santander, 7 leguas.


En la placa al pie, de metal, explica lo que es un “leguario”: 5.572 m, es decir, algo más de cinco kilómetros y medio. La ruta es un “viejo camino acemilero, que atraviesa  el valle de Buelna…, también llamado  “camino de los vinos”, “camino de las lanas”, “camino de las harinas”, …hasta que el 15 de noviembre de 1753 alcanza el rango de “Camino Real”.

Al parecer, existen otros dos en las inmediaciones: uno en “Las Lombas, de Barros”, junto a la ermita de Nuestra Señora o Virgen de la Rueda (pone 6 leguas y media, a Santander), y otro a orillas del regato Rumiales, en Las Caldas.

Paso ante el cuartel de la Guardia Civil y me desvío a la derecha hacia una portalada. Son casi las 15 h. Paso ante el Centro de Salud y ya veo una señal amarilla que indica la estación. Al llegar a la portalada, ya sé dónde estoy. Una algarabía de pájaros en un jardín  cercado me acompaña hasta el inicio de la calle Industria. Pienso que me hubiera gustado alojarme en la fonda Buelna mientras aún era fonda, que veo al otro lado de las vías, cerrada y abandonada. 


“Toda esta zona de Corrales hoy está completamente muerta, salvo la bolera de la Rasilla”…- escribe en un blog un “corraliego por el mundo”. “Me llamo Francisco Javier Polanco Muñoz y vivo en Alcalá de Henares. Nací en Los Corrales, en la calle José Mª Quijano, enfrente de lo que en su día fue parada de taxis, junto a la Fonda Buelna, mejor dicho, en la casa de Muñoz, el de los piensos y pollos, donde vivían mis abuelos maternos…”. http://valledebuelna.blogspot.com/2018/02/corraliegos-por-el-mundo.html.

Tengo las caderas al jerez, así que mientras viene el otro tren, el de subida a Reinosa, y me quita el sol, voy a aprovecharlo sentada en un banco en el andén.

Unos cuantos vamos ya de recogida: ciclistas, excursionistas…El siguiente convoy a Santander es a las 18 h y el sol está quedándose frío…