jueves, 19 de abril de 2018

PASEOS DE PRIMAVERA. A LOS CORRALES DE BUELNA, EN TREN

Martes, 17 abril 2018

27 º C, al sol, a las 16.30 h en la farmacia de Jesús de Monasterio.

En la sala de espera de la estación, la voz: “Prohibido jugar en el recinto…”. Pero si no hay nadie jugando. Esto de las voces grabadas y en diferido…

En el tren, a la sombra, 21 º C. ¡Gracias a Dios! Y eso que, para mí, y mi cuerpo, más de 20 grados, ya es calor…

No hemos llegado ni a Valdecilla y ya nos hemos parado. Menos mal que voy con tiempo.
10 minutos en dique seco y sin saber por qué, como siempre…¿Será por el tren que viene…? En la última parte del Parque del Agua hay dos argayos.

La ropa flamea en los tendales al aire del nordeste, en Muriedas. Tengo un sueño atroz: esta mañana me he levantado a las 4…


Me encantan las casas con tejas en las paredes exteriores. Así me parece que nunca entrará el agua, que se desliza hacia el suelo.

Los asientos siempre me cortan los muslos. Deben estar hechos para alguien que mida 1´70 m, al menos…

Las hojas están todas fresquitas y jugosas, de verde luminoso y claro, recién nacidas en los árboles. En los campos están haciendo la primera siega de la primavera, cerca de Zurita. Han salido vinagreras, la flor del aro y distingo flor de cuclillo en las zonas más húmedas. Un ratonero, de espaldas al ferrocarril, observa su campo de acción en un roble junto a las vías.

Ya teníamos que estar en Lombera, pero aún andamos en la estación del norte, en Sierrapando. Llegamos a Lombera con 15 minutos de retraso. 21 º C.


La gente está con las segadoras de mano en los jardines, o con los “federicos”, esas máquinas que son como los aspiradores redondos, que andan solos por la casa.

Andando, andando, llego hasta la salida que cojo cuando voy al Centro Social  La Rasilla, al otro extremo de Los Corrales.


La plaza donde está la biblioteca (La Pontanilla) está llena de árboles floridos y, antes, dejo atrás el cementerio, donde veo dos mausoleos, uno de ellos cubierto de hiedra.


Me paro a tomar un té y una porción de tarta de zanahoria (¡adiós a mi dieta disociada…!) en “Diablillos Cake. Bakery and Coffe”, un sitio grande, de techos altos, en tonos pastel,  con mesas de madera envejecida.


De vuelta al apeadero, tras la charla en la biblioteca Guillermo Arce, huele a hierba recién cortada, uno de mis olores favoritos. En la estación, unos chavales juegan al balón  que, a menudo, va a parar a  las vías, ¿no tendrán otro sitio…? Ni caso al paisaje tan maravilloso que tienen a su alrededor.


Los pájaros van volviendo a sus descansaderos para dormir ahora que se hace la noche. El paisaje desde el tren parece un teatro de sombras…



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