jueves, 29 de marzo de 2018

UN PASEO POR EL BOSQUE [DE LOS MONTES APALACHES]



Su autor, Bill Bryson, nacido en Des Moines (Iowa) y, desde 1977, en Inglaterra (North Yorkshire),  a su vuelta a los Estados Unidos, decide explorar el famoso sendero de los (montes) Apalaches.

“Podía salir de casa – vivía en una pequeña población de New Hampshire- y caminar a través de 2.900 kilómetros de bosque hasta llegar a Georgia [en el sur], o tirar en dirección contraria y ascender por las escarpadas rocas de las White Mountains hasta alcanzar la mítica cumbre del Katahdin “[en Maine, al norte].

Empieza a buscar razones a favor para hacerlo, entre ellas, la  muerte de los árboles y la desaparición de los bosques, y, a pesar de los peligros: animales, enfermedades, asesinatos, etc,  se pone en marcha en marzo de 1996 con un compañero de escuela, Stephen Katz, a quien dedica el libro.

Así, ambos con 44 años cumplidos y 20 kilos de peso en la mochila, salen del hostal de Amicalola Falls para realizar los 11 kilómetros de aproximación al monte Springer, de donde arranca el sendero de los Apalaches…

El Appalachian [National Scenic] Trail, AT

A los pocos que consiguen recorrer los 3.500 kilómetros del sendero de (muy) largo recorrido en su totalidad (pasa por 14 estados del este de Estados Unidos y tiene más de 350 cimas de más de 1.500 metros),  se les conoce como thru hikers (algo así como “ultrasenderistas”).

El recorrido más lento, en etapas, por tramos, no de una vez, lo protagonizó alguien  que tardó ¡46 años! De seguido, puede llevar alrededor de 5-6 meses…

La primera persona que recorrió el sendero de los Apalaches de punta a punta en un mismo verano fue un joven recién licenciado del ejército, en 1948, Earl V. Shaffer -cuenta Bryson. “Sin tienda de campaña, y orientándose a menudo con la sola ayuda de mapas de carreteras, caminó durante 123 días [4 meses], desde abril hasta agosto, recorriendo cada día una media de 27 kilómetros”. Su crónica de viaje se llamó “Caminando con la primavera”.


Hasta la década de 1970, menos de 50 personas al año recorrían por completo el sendero. Pero en 1990, ya eran más de 200 - contabiliza Bryson. Según una noticia reciente, desde 2010 hasta noviembre de 2017, 6.807 senderistas han completado el recorrido con éxito.

Sonia Ibáñez, ha sido la primera española en recorrer el Sendero de los Apalaches en 2013, desde Maine hasta Georgia.

El Sendero Internacional de los Apalaches

En 1994, surgió la idea de continuar el sendero bajo el nombre "Sendero Internacional de los Apalaches", cuyo fin sería unir todos los países y regiones donde la geología de los Apalaches estuviera presente.

En España, el proyecto lleva gestándose desde el 2011 de la mano de SIA-España, una asociación sin ánimo de lucro que promueve la implantación del Sendero Internacional de los Apalaches en diferentes rutas que se prolongan hasta Portugal y el norte de Marruecos.

El que podría ser el primer tramo del Sendero Internacional de los Apalaches en España, iría desde la ciudad de León hasta Gijón con una extensión de unos 280 kilómetros. A partir de Gijón, el sendero sigue el Camino de Santiago por la costa.




Un paseo por el bosque, al cine


Es el primero de los libros de Bryson llevado al celuloide, en 2015, protagonizado por Robert Redford, como Bill, y Nick Nolte, como Katz.


Momentos hilarantes

Dice Robert Redford: Ni recuerdo la última vez que leí un libro que me hiciera reír tanto como este…”.

El primer momento de risas quizá sea cuando va a hacerse con el equipamiento (pags. 17 a 23)… “Salí de allí…como para dar trabajo a una cordada entera de sherpas…”. Luego está la compra de provisiones, ya con su amigo Katz (pag. 39), y su “primera amistad” el cuarto día de caminata (pags. 76 a 87), “una mujer joven y entrada en carnes, con gafas y una chaqueta roja, además de la ya habitual mochila sobredimensionada…tenía una habilidad especial para las redundancias…”. Todo lo que ellos hacen o dicen es un “supererror” o “megaerror”…

Empezar a disfrutar del camino

“Las distancias cambian por completo cuando te enfrentas al mundo a pie…La vida, además, pasa a ser mucho más sencilla…No tienes compromisos, ni citas, ni obligaciones, ni tareas pendientes; no hay grandes ambiciones, y las necesidades son mínimas y muy poco complicadas…Cuando estás en el sendero, el bosque es tu universo…Si hay algo que uno aprende en el sendero de los Apalaches es a deleitarse con poca cosa, algo que quizá deberíamos practicar más a menudo en nuestras vidas…”.

Su tramo favorito del sendero de los Apalaches…

El parque nacional de Shenandoah [en Virginia]: “es posiblemente el más maravilloso parque nacional de todos los que he visitado…es precioso”. A pesar de ser un parque con problemas: aglomeraciones, contaminación, plagas, falta de refugios…Y de que en los supermercados no tengan “nada de lo que puede considerarse comida de excursionista: pasas, cacahuetes, comida en lata o en envases pequeños”.

…Y un cuadro en el que le gustaría colarse


Se trata de Espíritus afines ( Kindred Spirits) del pintor Asher Brown Durand, en 1849. “El paisaje es tan evidentemente salvaje, y está tan llenos de territorios ignotos e impenetrables que…ya estáis analizando el primer plano para encontrar la manera de descender por las rocas hasta el arroyo, y preguntándoos si la brecha del fondo os conducirá hasta el siguiente valle…”.

También hay críticas mordaces

“…en el Servicio de los Parques Nacionales es ya casi tradición lo de llevar especies a la extinción…En total, durante este siglo [XX] 42 especies de mamíferos han desaparecido de los parques nacionales de Estados Unidos…ahora recurre a un enfoque mucho más sutil para poner en peligro la fauna: la negligencia. No destina casi nada (menos del tres por ciento de su presupuesto) a investigación…En las Smokies, más del 90 % de los pinos de Fraser (un árbol majestuoso que crece solo en las tierras altas del sur de los Apalaches) están enfermos o agonizan como consecuencia de la lluvia ácida y de los estragos causados por los insectos conocidos como adélgidos lanudos de los pinos…”.

El sedentarismo estadounidense

“Cada 20 minutos que pasamos en el sendero de los Apalaches, Katz y yo caminamos más distancia de la que el estadounidense medio recorre a pie en una semana”…En un 93 % de los casos, e independientemente de la distancia y del propósito, los norteamericanos recurren al coche cuando salen de casa [sean 800 m o 100]…En la actualidad, la distancia media que recorre un estadounidense a diario…es de unos 2´25 km a la semana, poco más de 300 m. al día…”.

Catástrofes ambientales provocadas por el hombre

La deforestación  de la ladera de una montaña en Lehigh Valley, por la concentración de zinc

El pueblo fantasma de Centralia, debido a un incendio de la antracita del subsuelo, que aún sigue ardiendo

https://www.youtube.com/watch?v=cnjrCDThjVo. Centralia, la ciudad fantasma de Pensilvania. La antracita del subsuelo sigue ardiendo ¡55 años! después.

Fin de la primera etapa

Tras andar 804 kilómetros, llegan a Front Royal, en el estado de Virginia a finales de abril ¿, y se separan para atender cada uno sus cosas (Bill, hacer publicidad de sus libros, y Katz , trabajar en la construcción en su lugar de origen, Des Moines, en Iowa).

Quedan de nuevo en agosto para recorrer juntos la senda conocida como “Cien Millas de Bosque”, del estado de Maine.

Mientras tanto, en solitario, Bill tratará de recorrer el sendero en el estado de Pensilvania, realizando con su coche aproximaciones a la senda, algo muy frustrante: “Había conducido 563 kilómetros  hasta llegar a Pensilvania para pasar cuatro largos días en el estado y caminar en total 17´7 kilómetros del sendero de los Apalaches…”.

No le emociona el estado… "una curiosa y deslavazada mezcla de feas zonas industriales casi muertas [Centralia], encantadoras comunidades universitarias, ondulantes cultivos y montes marcados por la explotación industrial [Blue Mountain en Lehigh Valley, cerca de Palmerton, por la fábrica de zinc]. 

SABER MÁS… sobre las cosas del andar



















lunes, 19 de marzo de 2018

PASEOS DE INVIERNO. A MADRID (2), EN TREN. EN BUSCA DE BAREA

Cota de nieve de 300 a 600 metros -veo en el telediario. Por si nos quedamos varados, he metido mandarinas, un botellín de agua, 2 sangüiches de queso y 2 tabletas de chocolate…, negro. Mi kit de supervivencia.

El taxista me dice que aún hay gente más agobiada que yo (antes de mí, ha recogido, a las 6, a una chica en Santa Lucía para el tren de las 7.05 h. Yo, al fin y al cabo,  lo he pedido a las 6.30 h…). Pero también hay gente con unos higadillos… En una ocasión, una persona, en Carrefour, le dijo 2 minutos antes de la salida del tren, que ¡a ver si llegaba!… Como que el taxista tiene mecanismos de Mr. Gadget o es el Chiti-Chiti- Bang-Bang redivivo…


En la estación, la gente en cola, media hora antes, esperando a que abran el check-in. Yo, sentada en uno de los bancos “cistíticos”, con los billetes de tren en las posaderas, para no congelarme los glúteos. Podían poner unos tablones de madera encima, como han hecho en la Alameda de Oviedo…


En el tren

¡Vaya! Me ha tocado ventana… A ver si no viene mi pareja de pasillo y me cambio…
Salimos puntuales a las 7.05 h. De noche. 6 grados centígrados. ¡A ver qué pasa con la nieve…!


Voy leyendo el libro de Berta Vias Mahou sobre Vivian Maier, titulado “Una vida prestada”.
Veo pasar las lucecitas de los lugares mientras me como uno de los sanwiches de queso.
En Torrelavega, 5 grados. Vamos bastante llenos.  En el departamento de las “mesas” van unas señoras gritonas cuya conversación oímos todo el vagón. “La camisa que se compró en Cortefiel…”. A mi lado se ha sentado un chico joven, que ha saludado al sentarse, y trastea por el móvil. Lleva el billete en cartoncillo, así  que lo ha sacado en una agencia de viajes. Cosa rara…

Voy escuchando “la selección musical de RENFE”, un poco aceporrada, mientras se hace de día y puedo ver el paisaje. A las 8 y 10 el cielo está gris y aún solo distingo las siluetas recortadas de las montañas; arbustos y árboles deshojados y desnudos; los cables del ferrocarril y las torretas electrificadas. De momento, solo veo nieve en las cumbres. Y ya debemos andar más allá de Bárcena de Pie de Concha… Parece un paisaje del Romanticismo, de riscos y despeñaderos.

¡Hombre! Si estoy, de nuevo, con “Doña Ana” de la película “Don Juan de Marco”… (Ver Viaje a Madrid 1. http://ficcionesdeloreal.blogspot.com.es/2018/01/paseos-de-invierno-madrid-ida-y-vuelta.html).

En la cafetería, uno habla de algún negocio en Omán y otro de algo sobre el Palacio de Festivales. No es que sea especialmente cotilla, pero la gente en los móviles habla de todo. Y en voz alta…

En el vagón, una chica va estudiando lo que parece un libro de historia, subrayado en amarillo fosforito. Las nubes se mueven a toda velocidad en Aguilar. Luce el sol, pero hay bruma en las montañas azuladas del fondo. Los árboles despelucados parecen algas puestas de pie.



“Marcha de los niños siameses”, de “El rey y yo”. También la conozco… En Monzón de Campos se ven operarios cerca de las vías. Aquí esperamos el paso del Alvia procedente de Madrid.

Tras dejar atrás la estación de Palencia, entramos en una especia de cajón de ADIF: un ¿inter-cambiador…?


A las 10 y 10 estamos parados frente al enorme cementerio a la entrada de Valladolid. Las de la “mesa” son unas escandalosas y se ríen como beodas…

Llegando a Madrid, el cielo está calimoso (no sé si será niebla tóxica…). 15 grados centígrados a las 11.30 h.


EN MADRID

Para esta ocasión, me había apuntado: un paseo con Barea, organizado por el Instituto Cervantes; en la Biblioteca Nacional, una exposición de Rosario Weis, discípula de Goya (además de renovarme el carné); una exposición de fotografía en Conde Duque, de los tiempos de la revista “La luna de Madrid”,  y una exposición en el Reina Sofía, de Pessoa. Más lo que encontrara en la Guía del Ocio…

En las noticias de mediodía: “35.000 pensionistas se movilizan en Bilbao para denunciar la pérdida de poder adquisitivo…”.

De camino a la Biblioteca Nacional,  me cruzo con un viejo  que lleva un gorro de lana con los colores de la República y un hombre con una pancarta casera, donde pone: “Montoro, vribón”, con la “v” corregida. Los restos de la manifestación…

Rosario Weiss en la Biblioteca Nacional


Tras renovar el carné de lector en el momento, bajo a ver la exposición de Rosario Weiss. Aunque había ojeado varias obras suyas a raíz de la noticia en los medios, me llaman la atención el dibujo de un cardo y un pescador sobre un puente. Pinta desde un castillo en las inmediaciones de Florencia hasta una casa de campo normanda o el hospicio de Burdeos. También retrata a varias mujeres: Amalia de Llano, una mujer culta, aficionada al teatro, autora – hoy desconocida- de las novelas “Ledia” y “Berta”; Manuela Oreiro, cantante de ópera… Ambas son socias del Liceo Artístico y Literario de Madrid, lo mismo que la pintora. También retrata a una mujer tocando la guitarra, una concertista mujer, quizá tocando en el Liceo. Según la información, amazona intrépida, le gustan el circo y los números ecuestres, protagonistas de algunos de sus cuadros.

Por la noche, sobre Forges, que ha muerto hoy: “Sus dibujos no ignoraron a nadie…”.

Viernes, 23 de febrero de 2018

A primera hora, de cementerios

Salí de casa a las 8 h, pensando que, en el quiosco de Colón, un día laborable, abrían pronto, pero no. Así que me cojo el bus en Ópera, esperando que en San Justo haya flores.


Hoy los muertos están muy solos, con el canto de los pájaros, el sol y el frío. Mientras subo, los pilares parecen los de un estadio de fútbol. Siempre hay ruido de obras en algún lugar.
Arriba, se oye música clásica por los altavoces. Compro margaritas amarillas y dejo para “las chicas” (mi abuela y Mari Luz) las quimas con más flores.

Yo no quiero estar en “la ciudad de los muertos”: prefiero el campo y el aire libre por el que he andado tantas veces. Hace tanto frío (menos 1 grado centígrado) que pienso si me saldrán sabañones.

En La Almudena, en el cuartel 223, hay un almendro en flor y se oye una urraca en mitad del tráfago del tráfico. A las 11.30 h, tres horas y media después, he acabado con los muertos.


Decido ir a Cibeles para coger el bus 20 a Moratalaz, el mismo del que habla Antonio Muñoz Molina en su último libro (a ver si me lo encuentro…). Al salir del metro, por el lado de la calle Alcalá,  sobre las 12.15 h, me encuentro con una escena  de la “Revolución Francesa”: una parada militar con trajes de atrezzo (luego leo que es el relevo de la guardia en el Cuartel General del Ejército el último viernes de cada mes en el Palacio de Buenavista. Los trajes son de 1908, ya decía yo…). Pero veo venir a mi bus y no me puedo parar…

Bordeamos el Retiro por la calle de O´Donnell y Menéndez Pelayo. La gente en el bus va mirando sus móviles. El mozo que se sienta a mi lado huele a sudor de cazadora no lavada en años y, delante, un señor apesta a bar de los que tienen pegada la grasa de siglos. No me parece que el trayecto tenga ningún encanto. Quizá al atardecer…


Al llegar al final de trayecto, en el barrio de Pavones,  me sorprende una iglesia blanca (es mármol de Carrara) con una figura arriba que parece un Cristóbal Colón, todo de oro (es la estatua del ángel Moroni -leo luego-, responsable de la Revelación)…

Una señora muy pinturera, con el pelo teñido de naranja, me dice en la parada que el templo es de los…, al principio, entendí, Borbones ¿?- Mormones. Según ella, costó siete mil millones de pesetas (42 millones de euros) hace más de trece años, cuando lo inauguraron (en realidad, fue el 19 de febrero de 1999, hace casi veinte). Hubo unos días de puertas abiertas y, el último,  fueron ella y una amiga de Coslada, y no regresaron a sus casas hasta las 11 de la noche: “unas lámparas, unas alfombras, unos jardines…”.

Volviendo de Moratalaz, se ve la sierra nevada al fondo. Una chica va venga a toser a pesar del caramelo que chupa. Dice que es de la sequedad del ambiente…

Decido ir a comer el menú a la Residencia de Estudiantes en la calle Pinar. La mayoría de los comensales deben de ser profes o investigadores (“¿Tiene usted habitación…?”) o alumn@s/becari@s. Solo otra mujer come sola; el resto son parejas o grupos de jóvenes a los que se van incorporando miembros a medida que acaban sus tareas.

Abren el comedor a las 14 h, así que he llegado en punto. Yo pensaba que servían el menú en la cafetería, pero es en la planta principal del pabellón central, nada más entrar de la calle.

La ensalada es bufé y cada uno se sirve los componentes y cantidades que quiere de una mesa larga situada detrás del comedor. El segundo plato, pato en salsa y arroz con pasas y curry, está de levitar. De postre, pido un yogur. 14´30 euros, sin café. Bebo un montón de agua: tenía la garganta reseca de andar zascandileando toda la mañana por las calles.

Sábado, 24 de febrero

7.30 horas y ya es de día…Otra jornada llena de luz rotunda.

Cuando salgo a las 8 h, huele a calefacción de carbón en la calle. Antes de las 10 h, no empieza nada, así que solo me queda pasear… Bueno, sí. Según la Guía del Ocio, a las 9.30 h abren el Museo Arqueológico Nacional y el de Artes Decorativas, el Museo Sorolla, el del Romanticismo y el del Traje, el Museo de América y el de Antropología.


Pero yo decido explorar las transversales -a mi derecha- según subo hacia Atocha por el Paseo de las Delicias. La primera es la calle de las Delicias. Letrero La Nacional, fábrica de chocolates, cerrada hace siglos; al lado, su “complementario”: una churrería y fábrica de patatas fritas. La llevan latinos que han aprendido el oficio muy bien. Abren a las 4 de la madrugada y deben servir a muchos bares por los encargos que llevan. Me llevo un churro ( se venden por unidades) y una porra, para probarla ( mi madre siempre me ha dicho que a mi abuelo le encantaban). Yo prefiero el churro, más finito; la porra me llena la boca y casi no me deja respirar…

Cojo hasta la manzana de Rafael de Riego y hago una ruta en ziz-zag como en el supermercado. A las 8.30 h ha abierto El dedal, prensa y juguetes, y Frutas y verduras Manolo y Angelina están colocando su mercancía.

Llego al colegio Menéndez Pelayo y cojo la calle Murcia. En el número 17 han dejado al sereno, en los balcones, todas las escaleras de mano. En dicha calle tiene su sede la Asociación para Residencias de Pensionistas Ferroviarios.

En un estanco de la calle Tortosa, que abre a las 8 h, cargo 10 viajes en mi tarjeta transporte. No se pueden tener más de 20 viajes, así que si te quedan 1 o 2 viajes, solo puedes añadir diez más.

En el hostal Argentina no hay habitaciones. “Full (“Lleno”, en inglés) -pone en el portal. Tres hombres se ríen a risotadas ante la entrada, dando a entender que hubiera algo…inconveniente. Un poco más arriba, en el hostal La Manchega no hay ningún cartel de "completo".

A las 9 h una pareja de Testigos de Jehová va con la publicidad en los carritos de la compra a poner su chiringuito en Atocha, como todos los días.

Para hacer tiempo hasta la Expo de Conde Duque, decido subir la cuesta de Moyano y contar las puertas de El Retiro. Yo pensaba que tenía 4: norte, sur, este y oeste, pero ayer, de camino a Moratalaz, vi que tiene innumerables…

En el Jardín Botánico descubro una caja-nido numerada: B12, como si fuera una vitamina. Aún solo han abierto unas pocas casetas y en el rayo de sol frío confraternizan los de un puesto con sus clientes habituales madrugadores.


Cojo desde la calle Alfonso XII en dirección a la Puerta de Alcalá. La primera es la Puerta del Ángel Caído. En la valla, un cartel sobre el Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama, en el Centro de Información y Educación Ambiental “El Huerto del Retiro”. La foto es de “un expedicionario en La Pedriza”, en 1890, en Manzanares el Real. Abren a las 10 h, tarde para mí, así que continúo.


Los corredores están por todas partes, cada uno inmerso en su recorrido. Tod@s corren con su música incorporada. Yo llevo la mía en forma de tarareos de canciones que me gustan. Un herrerillo se pone a comer mimosas sobre mi cabeza, sin ningún miedo. ¿Me estaré pajarizando…?

La siguiente es la Puerta de Murillo, frente a la parada del bus 19. La Puerta de Felipe IV está enmarcada por “coliflores” de adorno. En la magnífica  Puerta de España, pone “Parque de Madrid”.


A mi paso, parándome cada dos por tres, lleva 20 minutos llegar a la Puerta de Alcalá. Tengo que ir al baño ¡ya! en el primer sitio que encuentre…

El panel de los buses dice que hay Manifestación en el centro a las 12 h y que entre las 12 y las 15 h habrá modificación de líneas y frecuencias de paso. ¡Y yo de circuito Bareniano…!

La exposición del Centro Conde Duque lleva por título “La generación del 87 [1987]. Orígenes y Destinos”. Se basa en un número monográfico de la revista La luna de Madrid que se titulaba algo así como “Los 87 de 1987”; “nombres o rostros que nos parecían relevantes o interesantes en aquel momento” -dice José Tono Martínez, en el panel de presentación.  Y cuál ha sido “la evolución de las personas retratadas entonces”- añade Félix Cábez.


En 1987, yo tenía 25 años. Había terminado la carrera un año antes y vivía en el barrio de Chamberí, compartiendo piso con un grupo de amigos. Mi profesor de cuarto, Jorge Lozano, había participado en uno de los primeros números de La Luna y los años 80 era un periodo que yo había vivido en Madrid y que me trae muchos (buenos) recuerdos…

Fotografío  a algun@s que fueron “figuras, personajes y protagonistas” en mi época: Duncan Dhu, con sus canciones “Cien gaviotas” y “En algún lugar”; Coque Malla y Los Ronaldos (“Adiós, papá”), Santiago Roldán, rector de la UIMP cuando yo empecé mis prácticas en la COPE, en 1984 (fallecido joven, en 1997). Alejandro Gándara, escritor santanderino, autor de la novela juvenil ambientada en Santander, Nunca seré como te quiero; la figura “cubista” de Rossy de Palma, que empezaba por entonces en el cine de Almodóvar; la periodista de televisión Inka Martí, hoy condesa consorte de Siruela, Vicente Molina Foix, crítico de cine, al que también vi mucho en los veranos de la UIMP, y el productor, para mí, desconocido, ¿ Francisco… , cuya foto, desangelado y ausente, me sorprende treinta años después. ¡Cuánto hemos cambiado!...

Paseo con Barea por “su” Madrid

Nos piden estar a las 11.25 h, pero pasadas las 11.30 h no ha llegado el/la guía ni se ha identificado nadie…


Yolanda y Bea, de La liminal (colectivo de mediación cultural nacido en 2015), serán las encargadas de conducirnos por los lugares de la memoria. Nos dan un miniplano con las paradas del recorrido de hoy, parte de uno más grande y detallado que consta en su página web (www.laliminal.com ). Ellas son las autoras del magnífico plano que consta en la exposición de Barea del Instituto Cervantes…


Tras una introducción aprovechando los paneles, libros y objetos del lugar, salimos a la calle Alcalá 39, frente al edificio Metrópolis, en cuyos sótanos estuvieron los estudios de radio de la estación EAQ donde Barea hablaba como La voz de Madrid durante la guerra. A continuación, nos dirigimos frente al edificio Telefónica (Gran Vía, 28), desde el que ejerció como censor de la prensa extranjera. Luego, bajamos hacia Sol para llegarnos a la plaza de Santa Ana y al Hotel Victoria, donde se quedaron unos días (Barea y su segunda mujer, Ilse Kulcsar), antes de partir al exilio en Inglaterra. La siguiente parada, es la calle Luis Vélez de Guevara, 9, en su tiempo calle Urosas, donde estuvo la buhardilla en que vivió Barea junto su madre y hermanos. El final, es la reciente plaza Arturo Barea, en su barrio de Lavapiés, junto a las ruinas de las Escuelas Pías a las que asistió de niño.


Dos horas y media de paseo en el que aprendemos las últimas novedades en las investigaciones sobre su vida y obra  y compartimos saberes de personas fascinadas por Barea. Todo un descubrimiento y un placer.

SABER MÁS


Domingo, 25 de febrero

Huele a calefacción a primera hora de la mañana.

A las 8.30 h, en la glorieta de Santa María de la Cabeza, hay un puesto de churrería abierto.

En un alcorque de la calle Doctor Vallejo Nájera, un mirlo hace acopio de pajitas para el nido.


Llego al fin del carril-bici en la plaza de Peñuelas, referencia de Sergio del Molino. Las cotorras verdes vuelan por todos lados asustando a las palomas y gritando desde los árboles frente  a los restos del botellón nocturno.


Por el paseo de las Delicias me cruzo con gente con bolsas de papel: En Madrid se siguen desayunando churros los domingos. La churrería de la calle Delicias, a las 9.15 h, está a tope, incluso con gente haciendo cola al sereno…

Lunes, 26 de febrero. Vuelta de Madrid

7.45 h. 4º C.

Voy leyendo las cartas entre Marie Curie y sus hijas, y apenas me entero del paisaje, hermoso y soleado.

8.45 h. 0º C en Valladolid.

Se ve hielo en los márgenes de las pozas después de Aguilar.

En Reinosa, 5 º C a las 10.39 h. La nieve solo está en las montañas. A ver mañana, martes… (En las noticias, hablan de “La bestia del Este”, una nueva ola de frío polar). Tengo que venir a dar una charla.


Al bordear la torre de Cobejo, entramos en un chal de niebla y, en el valle de Iguña, nos sumimos en ella.


En Guarnizo, nos paran a las 11.50 horas; supuestamente, la hora de llegada a Santander. En el cielo, empieza a formarse Mordorrrr…