martes, 28 de marzo de 2017

VIERNES FORAMONTANOS… (9) REVISITANDO MOLLEDO



En 2014 estuve en Molledo, buscando los lugares de El Camino (http://ficcionesdeloreal.blogspot.com.es/2014/12/diario-de-una-viajera-en-tren-de.html. DIARIO DE UNA VIAJERA EN TREN (DE CERCANÍAS). Molledo). Ahora, tras leer en el periódico (Diario Montañés, 12 de marzo de 2017) que ha habido unas jornadas, las primeras, sobre el escritor, decido volver, a ver si han hecho un folleto o un circuito para quienes nos las perdimos…

Martes, 28 de marzo de 2017

Salgo de casa amaneciendo a las 7.45 h. Todo tranquilo en mi calle; solo algunos “gorgoteos” de palomas. En el reloj de la farmacia, que aún no ha cambiado la hora, 12 grados centígrados.

“Reinosa. 8.14 horas. Vía 2”. El tren todavía no está en la estación. En los fríos asientos, otro señor con mochila y palo largo de los de saltar arroyos. “No está permitido jugar en el recinto de la estación”- dicen por los altavoces. A las 8, estamos seis personas, todas de más de 50 años…Un gorrión escandaloso se ha debido colar dentro de la estación y pía con furia.

Hay bastante gente que se ha cogido el día libre para andar o ir en bici. En la parte trasera de mi vagón, se juntan tres que se han subido en diferentes paradas. El cielo está increíble. Con las gafas de sol, los colores parecen aún más brillantes.


En Guarnizo esperamos para cruzarnos con otro Cercanías. En Las Fraguas se apea el de la bici. No me he dado cuenta de cuándo han bajado los senderistas. La carretera apenas lleva tráfico. Todo el mundo va por la autovía. Ya solo vamos cuatro en el primer vagón; uno creo que es la calva del revisor. 

El plan en Molledo es: Puente del Rey- Iglesia- Plaza y busto de Delibes. A las 9.14 h hay 8 grados en Molledo. Solo se oyen los pajaritos y los coches en la carretera junto a la vía.

Decido ir primero hacia el Puente del Rey, que me queda más cerca, eso creo.

Pensaba que era el que cruzaba el río para ir a Silió, a la salida del pueblo, pero no. Está siguiendo recto hacia Bárcena. El camino que han hecho para peatones es tan estrecho que no cabe ni un egipcio puesto de perfil.


El susodicho queda a 600 metros de Molledo. El señor de gafas de culo de vaso, al preguntarle si habría unos 200 metros, me ha dicho: “Así así…”.

Una vez cruzado el puente, a la izquierda hay una desviación para ver la Torre de los Quevedo, a 2 kilómetros, y la iglesia románica de San Martín de Quevedo, del siglo XII. En una casita blanqueada llena de grafitis, un letrero me confirma: “Barrio Puente Rey”. Ninguno de los preguntados ha sabido darme razón del nombre. ¿Lo inauguró algún rey…?


En un ribazo, la sorpresa de unas orquídeas silvestres, Antes, heléboro junto a las vías del tren. Llego a otro cruce: San Martín ya solo me queda a medio kilómetro, pero es todo cuesta arriba y no era mi objetivo hoy, así que me vuelvo a Molledo. En la bajada, descubro ombligos de Venus, y lechetrezna y oreja de ratón que, según mi guía, florecen en abril.

Buscando una foto mejor del puente del Rey, cruzo el paso a nivel donde trabajan unos operarios y me encuentro a poco con el pueblo de Santa Olalla, que también quería ver. Entro por la calle llamada “El mesón”, pero no veo ninguno (solo, más adelante, el bar restaurante La Ribera de Santa Olalla. Desde el tren, me había parecido ver una hilera de casas con prestancia pero, visto de cerca, conviven solares abandonados con casas buenas y espacios desarreglados.


En Santa Olalla “interior”, cruzando el río, hay un centro social y una iglesia horrorosa (para mí) con un busto de un señor sin nombre (¿el párroco? ¿un benefactor…?). Al sol, huele deliciosamente a hierba verde. Una bandada de 12 cuervos pasa sobre mi cabeza graznando: ¿a dónde irán…?

De vuelta, sobre las 11, en el restaurante-bar La Ribera de Santa Olalla me tomo un cortado y unas patatas fritas de bolsa (2 euros). El dueño no es muy hablador.

Ya en Molledo, enfrente de la casa donde vivió Delibes de joven (nº 4), se vende El Portalón (nº 5), sin techumbre y llena de cascotes. Ahora sí, voy al Ayuntamiento a preguntar si han hecho un folleto con el circuito de “los lugares de Delibes”. Me dicen que no y que pregunte en el Centro Cultural por si tienen más información. Con el nombre de Evaristo Silió, es un sitio maravilloso junto a la bolera. En el salón de actos, está la exposición de los dibujos con los que Delibes ilustró la edición americana de El camino (permanecerá allí hasta junio).


El chico que atiende me informa de que “el día” de Miguel Delibes no tiene fecha fija y que se convoca por medio del facebook del Ayuntamiento. Mientras cojo un ejemplar de los relatos ganadores del II Concurso de Relato Corto Miguel Delibes en 2016, le digo que tienen que editar un tríptico o, al menos, un planito con el recorrido para quienes acudimos fuera de temporada. “Estamos en ello...”- me asegura.

Luego, salgo corriendo a buscar el busto de Delibes, antes de ir al tren. Como no tengo tiempo para encontrarlo por mí misma, pregunto a dos paisanos sentados en un poyo frente al bar Kiko. “En la segunda plaza…”. Y sí, ahí está en una plazuela circular, con un par de libros donde se lee: El Camino y Miguel Delibes 1920-2010. A tiro de piedra, la iglesia, pero ya no me da tiempo a llegar. El tren es a las 12 y 26. Otro día será…


Mientras espero en la estación, aún oigo la cantinela: “Ha llegado el chatarrero de Santa Olalla…”.

El revisor es el que se cae en la marmita de colonia cada día. Mientras traqueteamos hacia casa, leo los relatos ganadores del concurso (La cobrera, de Isabel Ruiz Cabrero, y Volver, de Fernando Terán Castañeda). Ambos me parecen muy buenos. Podían haber incluido una breve nota sobre los autores -pienso.


SABER MÁS

https://es-es.facebook.com/Ayuntamiento-de-Molledo-852947731469564/. Facebook del Ayuntamiento de Molledo. Exposición dibujos Delibes hasta junio.




martes, 14 de marzo de 2017

VIERNES FORAMONTANOS… (8). A REINOSA, DE TALLER, EN TREN. Notas de viaje

Martes, 21 de marzo de 2017

20º C a las 14.50 h.

Voy espalda con espalda con dos señores que arrastran las palabras como si estuvieran algo beodos.

Los árboles junto  a las vías ya tienen más que una suave “pelouse”. Cinco garcillas bueyeras se elevan al paso del tren cerca de Muriedas.

Hace bochorno, pero el horizonte está brumoso y con nubes. Poco a poco se va nublando.
Enfrente de mí va sentada una señora con pinta extranjera…, que resulta ser una de mis “alumnas” de Unate en Renedo.  Me cuenta que es sudafricana y que llegó a España hace más de treinta años… por amor. Me pide que hablemos en inglés y así lo hacemos desde Parbayón.

Cada vez está más negro. Menos mal que voy forrada (pensando en que voy a Reinosa – a 800 m. de altitud- y en que volveré tarde).


En Los Corrales (mitad de camino) me quedo de nuevo sola en el vagón. El río va caudaloso y los distintos tonos de verde de los árboles matizan el color del agua. Atrás, en Lombera, he dejado una huerta bien guapa y apañada.


Los coches bajan con las luces puestas y hay niebla negra en las montañas. La temperatura va disminuyendo a medida que ascendemos. A la salida de Arenas, por unos momentos, competimos con el autobús de ALSA, que va paralelo por la carretera.

Al pasar por Santa Cruz de Iguña me parece que han pintado la estación de color crema (tengo que mirar las fotos que hice en mi diario de 2014. ¡Efectivamente…!). Aún estamos solo a 200 metros sobre el nivel del mar. Siempre hay alguna persona en cada estación que no va ni viene: solo le gusta ver pasar los trenes.


La torre de Cobejo, la “raqueta” subiendo hasta Pesquera, el valle abajo… ¡Qué bonito es viajar en tren!. No sé cómo la gente no se da el lujo. El muérdago invasor en los árboles, las florecitas blancas en los arbustos, prímulas en las laderas que dan al norte, el amarillo brillante de los tojos… En el tren me pongo en modo “stand by” y ¡a disfrutar!


Cuando llego a Reinosa, hay 11º C, pero a las 5 de la tarde, a pesar del frío, están jugando a los bolos y a la petanca. L@s reinosan@s están hech@s de otra pasta.


En el pueblo

En la terraza descubierta del bar Ibiza, los hombres toman la fresca a 10 º C que, con el viento, producen una sensación térmica de menos dos….

En la papelería Centro, junto a las vías del tren, me compro una cajita de acuarelas para mi taller de retrato de los viernes.

Descubro algún rincón con encanto fuera del paseo principal y fotografío algunos grafitis, para acabar en Vejo tomando un café y una palmera antes de dar mi taller.


De vuelta, a las 19 h

Voy yo sola en el vagón, no sé si en todo el tren. ¡Qué ruina…! Desde arriba voy reconociendo todo: el águila en la columna de Lantueno, la carretera de Las Hoces, la procesionaria en la copa de los pinos, la granja de cerdos de Pesquera… En este último lugar, se sube el revisor. Y en Arenas, la primera pasajera (aparte de mí). Luego, en Molledo, sube uno de Seguridad que se encarga de abrir las puertas y asomarse en cada estación.

Sobre las 20.30 h llego a Santander y, alrededor de las 21 h,  a mi casa. Estoy cansada.