viernes, 15 de enero de 2016

DIARIO DE UNA NO-AMA DE CASA


Aprovechando la lectura, todo un descubrimiento, de La magia del orden, este enero de 2016, he recordado mi diario de hace 4 años…


Domingo, 16 de octubre 2011

Siempre lo he dicho: No me gusta ser ama de casa. O expresado de otra manera, lo único que me gusta es cocinar. Tampoco me importa lavar los platos, aunque no me gustan los tenedores: tienen demasiados pinchos. Pero odio planchar  (yo digo que es quitar las arrugas de un lado para ponerlas en otro), hacer la cama (bendigo el invento del edredón), o limpiar los cristales (solo cuando el sol atraviesa sobre opaco) y  quitar el polvo (¡es genial cuando el trapo se queda todo negro…!).

Martes, 18 de octubre

He descubierto, hace tiempo, que a partir de los 40, se te acaba la garantía (como a las lavadoras). Y acercándote a los 50,  es que ya, directamente, degeneras. Mis pies “de anuncio”, que diría mi hermano, de repente “han perdido masa muscular” o “se les ha adelgazado la grasa de la planta del pie”. Eso me han dicho en el podólogo. Y yo pensaba para mí: "Anda, que no se podían adelgazar de otro sitio…". He preguntado: "¿Y no se podría inyectar grasa de otras partes del cuerpo, como se pone botox en los labios...?". Pero no hay nada que hacer. Así que intento comprarme zapatos supermullidos para no dejar de caminar, que, para mí, es "vivir en la dicha".

Martes, 25 de octubre

Hoy, como soy una no-ama de casa y el día se ha quedado tan brillante, he salido a la 1 a dar un paseo.

En la azotea del Banco de Santander del Paseo de Pereda había 4 ó 5 personas mirando hacia la bahía. ¿Será por el proyecto de Renzo Piano…?- me pregunto.

Un poco más allá, una señora con delantal blanco limpia los cristales. Me entran los remordimientos. Los míos llevan meses con unas gotitas rellenas de polvo. Tengo que hacer algo.

El aire es fresco y está limpio y claro. Limpio de miasmas. Transparente. Algunos van con forro polar y otros se han echado la chaqueta al hombro. En los bancos del paseo hay quien trata de leer el periódico. Otros dormitan al sol, y una pareja se sienta junta, pero indiferente.

El mar “cloquea” en pequeñas olitas de Sur. Balancea hierba y hojas secas. No me explico quién puede tirar restos de limpieza de jardines al mar.

Cuando vuelvo, veo que están izando una bandera de España en la azotea del Santander. Entonces, era eso…

Viernes, 4 de noviembre

La semana que viene tengo una comida en casa y eso significa: ¡zafarrancho! La verdad es que si no fuera por las visitas de amigos tendría la casa más “manga por hombro”. Así, al menos, pongo los libros en filas más ordenadas, tiro algún papel (esto es, uno o dos), quizá paso el polvo en algún lugar…

Martes, 8 de noviembre

Hoy, tras varios días de aguacero y de alerta naranja, la gente pasea -vestida ya de invierno- como los caracoles al sol.

Algunos abuelos pasean a sus nietos; un señor de chándal en silla de ruedas acompañado por un inmigrante echa pan a las palomas de la barra que ha comprado para comer; una pareja se ama sentada en un banco.

Yo llevo desde las 8.30 horas fuera de casa y ya me duelen las piernas, pero el día está tan bonito y los ginkos tan amarillos, que no puedo evitar pasear un poco más. Aunque desatienda mis labores de casa…

Jueves, 10 de noviembre


Ya ha sido la comida y todo ha salido bien. Nadie ha visto el pez de plata fosilizado en la lámpara de la entrada. Yo no sé cómo ha podido entrar ahí. Tampoco han visto la capa de polvo en la pantalla de la tele o alrededor de los CDs. Y es que he tenido que priorizar. Porque no daba abasto. He pasado la fregona por todos los suelos, los de cerámica y los de madera: eso sí, en estos últimos, con agua muy caliente y la fregona bien escurrida. He lavado de nuevo los cubiertos y los vasos porque, al secarse a su albur en el escurreplatos, se quedan llenos de gotas. He ido a comprar, por partes, las viandas. Primero, el arroz. Luego, los champiñones, y unos membrillos estupendos que no estaban en la lista (pero que eran una oportunidad). Más tarde, el pollo. Una hora antes, me he puesto con los sofritos: la cebolla, los champiñones y la cama de verduras para el arroz. Luego, las pechugas a la plancha. Y, finalmente, el arroz. Hasta he puesto mantel encima del hule de diario…He quedado agotada. Menos mal que tengo la piscina a un paso para relajarme.

Lunes, 14 de noviembre

Tampoco se dieron cuenta del polvo grasoso de la encimera. Se supone que llega a través del patio, cerrado por una cúpula de cristal. Solo pasando un paño húmedo no desaparecía, así que tuve que frotarlo con estropajo y Cif. También he lavado la cortina de la ventana de la cocina, que estaba más bien negra. La he colgado recién sacada de la lavadora para que se seque en su macarrón. Ha sido un buen repaso. Ahora, a descansar hasta la próxima visita.

Jueves 22 de diciembre, Día de la Lotería

He estado mucho sin escribir porque entremedias he viajado dos veces a Madrid y, en una de ellas, de allí a Nueva York (siempre sale New Cork, ¡qué cruz! Los ordenadores podían tener memoria "retrospectiva"…). Pero ya estoy aquí y hoy tengo que poner una lavadora porque ando sin “bombachas”, que dirían en Argentina. Palabra mucho más bonita que “bragas,” que seguro que se la inventó un hombre.

Acabo de tender la ropa por toda la casa: las puertas son estupendos percheros para las prendas grandes y largas, léase toallas y sábanas. Los pomos de armarios y puertas son maravillosos para sujetadores y bragas (contando que nadie tenga que venir a casa). En cuanto a los peldaños de la escalera de cocina y los botelleros sin muchas botellas, son muy apropiados para los calcetines. Así, ha quedado todo bien distribuido y con suficiente espacio para secarse.


 Lunes 2 de enero de 2012. Un Año Nuevo

En consonancia con este año de vacas flacas que nos viene, yo también voy a “rescindir” mis papeles. Me propongo rebajar el nivel de las pilas. Decido acometer un montón cada vez para que no me invada el vértigo. Del primero, consigo reducir dos revistas (de 2007 y 2009) ya obsoletas, sustituidas por la versión actualizada de este año; unos cuantos folletos publicitarios, una noticia de “sueldos récord para los directivos y consejeros ejecutivos” que- según se dice ahora- me provocan sana envidia (una mentira), y un sobre vacío. El resultado es un poco pobre. A ver si con el siguiente montón consigo ser algo más expeditiva…

Martes 17 de enero

Este año, en vez de empezar a ir al gimnasio o hacer el propósito de bajar 10 ó 12 kilos (que me sobran), he decidido pasarme a la comida integral. También ha ayudado un artículo que leí el otro día donde se decía que a la comida actual le faltan vitaminas y minerales por todos lados. Vamos, que comemos alimentos deslavados.


Y como ayer también empecé con las pastillas del colesterol (tengo 300 sin comer cochinillo ni cordero, ni atracarme de yemas de huevo), esta mañana he ido a una herboristería y me he surtido pero bien: arroz que tarda en cocerse 30 o 40 minutos (espero que me guste más que uno salvaje lleno de palos que compré hace años y escupí y no volví a probar. No podrán convencerme como no lo hicieron los que de niños se decantaban por los palos con sal que había en las pipas La Pilarica o Facundo. Para mí, seguían siendo palos, aunque tuvieran sal); pasta de mijo (iba a comprar otra pero la de la tienda, viendo mi bisoñez, me redireccionó a estos “coditos”- supongo que para no perder a una clienta- confesándome que los otros, a su juicio, eran un poco bastos – así, con “b”, o sea, ordinarios, no  con “v”, de extensos); lentejas, que luego he visto que no pone ni ecológicas ni nada; y una sopa de arroz, verduras y algas, que no sé cómo será. Quería ver si me reconciliaba con la comida japonesa de la cual solo aprecié el vino de arroz o sake y un postre de maracuyá o algún otro puré naranja, la única ocasión en que he comido en un restaurante japonés.

He comprado, además, verdura ecológica: cebollas, pimientos, ajos, zanahorias, puerros, una acelga gigante y una calabaza más dura que una piedra. No sé si tendré que pedir una rotaflex para partirla.

Luego, para compensar, me he comido dos galletas de mantequilla (que quedaban  de la comida que habíamos celebrado en casa la semana pasada).

Miércoles, 18 de enero

Hoy he decidido que dejo la pastilla del colesterol después de dos días. Tras rascarme como si tuviera sarna (me picaban las piernas, las palmas de las manos y los dedos de los pies) y echarme crema por si era por la sequedad de la piel, empecé a pensar en qué había de diferente en mis días y llegué a la conclusión: ¡las pastillas del colesterol!

Al desplegar la sábana en que se han convertido los prospectos (cuando hablaron de hacerlos más comprensivos, alguien entendió que era hacerlos más largos…) me di cuenta de que entre sus posibles efectos adversos: 42 entre frecuentes, poco frecuentes, raros y muy raros, ponía “erupción cutánea, picor, urticaria” hasta llegar al “edema angioneurótico, eritema multiforme, síndrome de Stevens-Johnson y necrolisis epidérmica tóxica”, todos ellos términos bastante asustantes. Así que he decidido que mejor me dé un ictus o un infarto…

Jueves 26 de enero

Ayer salió un día tan hermoso, que tuve que dejarlo todo e irme a descubrir mundo. Tenía en un cuaderno nuevecito una noticia sobre el cementerio protestante de Cazoña archivada hace siglos y, como sabía que hoy y mañana iba a hacer fatal, me puse mis botas de siete leguas y, tras coger el horario actualizado de autobuses urbanos y perder el 13 (claro, con ese número…), me encaminé hacia la calle Herrera Oria siguiéndola con un rotulador fosforito en mi plano.

No decía más sobre el número o a qué altura estaba, así que asalté a varios ciudadanos venerables que paseaban al sol para que me pusieran en el buen camino. “¿Ves ese edificio alto? Pues pasándolo hay un caminito y te das con él”.

Así fue. Tras pasar el número 17, ascendía un pasillo peatonal hasta un muro de piedra de unos 2 metros y te dabas de bruces con la única puerta de entrada, con rejas y un candado. A la derecha de la portada, una placa: “Cementerio protestante inglés.1864”.


Era un recinto muy pequeñín: con mis zancadas, me salía de unos 20 metros por 45. Conté 20 cruces en el espacio herbáceo y sombreado. En el centro, un monolito rodeado por anclas. Unos pocos árboles, -plátanos, mimosas, pinos-, una mata descuidada de hortensias, y hiedra por las paredes.

Acogotado por edificios de 12 pisos y otros más bajos, de 4 o 5 alturas, se oía el silencio, a ratos roto por el ruido del tráfico y el canto de los pájaros (vi un mirlo, un gorrión y una lavandera).

Lo rodeé varias veces mientras sacaba fotos temiendo que la pila se descargara; tomé nota de todo y me volví a casa muy satisfecha perdiéndome entre las calles de la Ciudad Jardín, en donde no había estado nunca.


Hoy, pensando en mis cristales y, a pesar de la lluvia, me ha dado un arrebato, he cogido una banqueta, una espontex con Cif, cristasol y varios trapos viejos, y he decidido limpiar la hoja de mi estudio que más a mano me caía. Pero, tras frotar con la bayeta enjabonada, y añadir cristasol al trapo de secado, de repente me entró la duda: ¿estaría creando una mortífera combinación química de esas que hacen en El hormiguero advirtiendo de que no hay que hacerlo en casa…? Pero no exploté ni se me cayeron las manos y, aunque las esquinas no me quedaron muy niqueladas, al menos las gotas de barro se habían quitado.

Martes, 31 enero

Ayer, un rayo de sol traicionero dejó al descubierto unas pelusas del tamaño de una oruga bajo la mesa de mi cuarto de estudio.

No sé cómo se ha podido hacer tanto polvo en tan poco tiempo. ¿O no habrá sido tan poco tiempo desde la última vez que pasé la fregona…?

El caso es que entre los cables de ordenador, impresora, teléfono, escáner y flexo debía haber ácaros a montones. Si estos no se ven, por ser microscópicos, no quiero imaginarme los que puede haber en lo que se ve. Algo asqueroso. Así que cogí una de mis bayetas amarillas en desuso y recogí de una pasada, con mucho cuidado -para no levantarlo-, todo el polvo del mundo. Lástima que no hice una foto de la bayeta, aunque sí del polvo en el suelo. Fue un placer dejar el corcho del piso tan relimpio.

Miércoles 1 de febrero. En la antesala de la primera ola de frío

Ayer por la noche levité con mis lentejas pardinas con calabaza y comino molido. Además había echado dos dientes de ajo, media cebolla de dos colores, roja y blanca, y dos medios puerros. El resultado, en olla, delicioso.
Para hoy me queda otro cuenco. ¡Qué bien!


Intentando ajustarme a quienes dicen que la ración ideal es la del tamaño de la  mano propia, eché tres puñados de lentejas a la olla (es que mi mano es muy pequeña…).Grande Covián, un  experto en nutrición que ya murió, decía que había que comer de todo, pero en plato de postre. Que es casi lo mismo. También hablaba de que la dieta del futuro sería a base de legumbres y arroz;  porque comer tanta proteína tanta gente (ya somos más de 7.000 millones), con lo que cuesta producirla, es inviable. Además, que para la vida sedentaria que llevamos la mayoría en los países desarrollados, con 100 gramos de proteína, no recuerdo si diarias o en cada comida, ya nos vale. O sea, que lo del chuletón de un kilo es un despropósito, además de veneno para la salud, como sea a diario.

Martes 14 de febrero. San Valentín, tin, tin

El otro día descubrí ¡una telaraña! en uno de los azulejos del baño. Nunca pensé que el baño, por su humedad, pudiera ser un nicho de telarañas, pero sí. Entonces, no recuerdo sin con la esponja o con el dedo, la quité y la eché por el desagüe. Pero no debí de quedarme satisfecha del todo, porque hoy, he cogido la alcachofa de la ducha y, con agua caliente, he dirigido la manguera lo más alto que me ha permitido la presión del agua. Le he dado un manguerazo a lo largo y lo ancho de la bañera, hacia arriba, y creo que ha quedado niquelado. A ver si en los próximos diez años se atreve otra telaraña a colonizar el baño.

Me he quedado muy satisfecha con mi labor de ama de casa de hoy. No tengo foto para ilustrarlo pero, en cambio, tengo una muy apañada de especias “Carmencita”, cuya historia escuché el otro día en la tele en uno de esos espacios de media hora en La 2, tan interesantes, tan prácticos y que cunden tanto.

En esta busca de empleo desesperada, me he suscrito a varios programas televisivos en busca de formación, actualización o, simplemente, desculpabilización:

A las 6.30, That´s English. Me veo el avanzado y el para principiantes. Luego, a las 9.30 horas, Aquí hay trabajo. Algunos días, antes, a las 9, hay otros que tengo que investigar: Emprendedores innovadores, Babel, El exportador, En movimiento. Como me vuelva una teleadicta en paro…
    
Miércoles, 22 de febrero

Acabo de descubrir algo muy intranquilizador. Detrás de la nevera, caído en el suelo, había una especie de plastilina. Cuando he ido a cogerlo, me ha parecido una pila desintegrada, pero no sé. ¿Será que le ha llegado ya la obsolescencia programada y su muerte súbita…?
He cogido los papeles de la garantía y la compré en 2002, ¡y parecía ayer! Va a hacer 10 años. Espero que no se me muera ahora, en plena crisis. No estamos para tirar cohetes y comprar electrodomésticos. Ni de clase A*** ni de clase Z. Tengo que llamar al técnico. También se le ha caído una especie de esparadrapo. Como nunca la miro por detrás…La maquinaria tiene una pinta bastante fea.

Últimamente, desde que se me quemó la compota de manzana en mi placa eléctrica, de vez en cuando, se va por unos segundos la luz, como si hubiera algún contacto, pero los plomos no se bajan, y vuelve a encenderse todo por sí mismo. Muy misterioso. ¿Estará relacionado? ¿Será la defunción total de la cocina…?

Martes, 20 de marzo

Pues no. Es E-on. Bueno, las subcontratas que están cambiando los contadores por digitales, más exactos y más “finos”. O eso dicen ellos. El caso es que a varios vecinos con nuestros amperios correctos y la potencia contratada adecuada,  se nos va la luz. ¡Y échele usted un galgo a la hora de hacer una reclamación! Al menos, no he llamado al electricista, y así me he ahorrado su salida.

Martes, 27 de marzo

¿Cómo se puede hacer tanto polvo debajo de una mesa de estudio? Yo creo que los enchufes hacen polvo. ¿Será la electricidad estática…? Hoy he vuelto a recoger un montón de pelusas.

Ayer limpié el polvo del mueble de la sala de estar: era una capa compacta y uniforme entre el aparato de radio-casete y  otros artículos varios. Me dio mucho placer.

Y ahora, un truco mío si no te da tiempo a sacar y montar el aspirador: con la fregona bien seca en agua muy caliente se pasa sobre las alfombras y se hacen unas pelotillas que luego pueden recogerse cómodamente a mano. Recuerdo hace años un anuncio de la tele en el que se echaba una espuma sobre la superficie de un sillón y  la suciedad subía hacia arriba, y  solo había que pasar un paño seco.

Todavía no he quitado el pececito de plata momificado en el foco de la entrada…

8 de mayo 2012, 4 de la mañana

Se ve que soy poco ama de casa por el número de entradas a este diario. Creo que este año el diario no va a llegar ni a un folleto.

Como duermo de aquella manera, y ayer quedé horrorizada al ver los churretones en la parte interior de la puerta del armario bajo el fregadero, he decidido ponerme a limpiarlo, ipso facto, a las 4 de la mañana.

No sé cómo se han podido hacer esos chorretones que parecen de yema de huevo escurrida. Menos mal que el resto de los armarios no los tenían…Nunca me había dado cuenta, ¡y deben de ser añejos! Supongo que voy tan acelerada a coger el jabón de la lavadora que no me pongo a mirar nada más, sobre todo, el interior de las puertas, que no se ve a simple vista. Con razón dice mi madre que hay que pasarle a la cocina la Lady Vap.

Así que cojo el Cif crema micropartículas, que no sé si de otras cosas, pero es desintegrador total de la grasa, y lo dejo “como nuevo”.

Luego, de carrerilla, he puesto una lavadora con la funda del edredón y las sábanas; por fin, he desalojado el pez de plata reseco del plafón de la entrada (me ha costado Dios y ayuda, subida a la escalera e intentando desatornillar las tuercas y luego volverlas a poner. Creo que cuando cumpla un año más, ya no seré capaz de hacerlo). Finalmente, he ido a la compra, y he vuelto muerta. No creo que pueda ser ni un gramo más de ama de casa hoy.

15 de mayo 2012

Propósitos para este verano:

  1. Pintar de azul marino la puerta del baño (por  dentro, por si acaso no me gusta). Si queda bien, igual me animo y pinto de verde luminoso la puerta de la cocina, también por dentro, primero. La verdad es que el blanco, pintado hace más de diez años, ya amarillea.
  2. Eliminar papeles de las pilas (poco a poco y por montones).

14 junio 2012

Definitivamente, este verano -que tiene toda la pinta de presentarse cálido-, voy a pintar varias puertas. Tras más de diez años desde que inauguré mi casa, pintadas por mi madre de blanco, estas se han ennegrecido a amarilleado algo. Sería distinto si yo fuera de esas amas de casa que,  cada cierto tiempo, las friegan con lejía y con nanas, pero no es el caso. No sé si alguna vez siquiera he soplado el polvo que se queda en los resaltes (Tampoco hay mucho). Desde luego, no me dedico a pasar el dedo por los marcos de los cuadros o de los espejos.

Un día de estos tengo que ponerme a montar la nueva aspiradora que me he comprado. Más ligera, con un aspirador de mano desprendible y, sobre todo, que se deja puesta todo el rato y, a la vista, para usarla continuamente. Eso dijo la vendedora, pero claro, ellas tienen que vender…De todas formas, creo que ya lo he dicho en este diario, a mí lo de tener todo a mano, me seduce mucho. Eso de tener que desembalar, sacar de la caja o el armario cada vez, quitar cuatro o cinco nuditos de la bolsa, me pone muy nerviosa. Vamos, que me desincentiva del todo. Igual con estas prestaciones, el ser ama de casa hasta me gusta…

Acabo de ver que es Electrolux, como la que vendía el padre del escritor checo Ota Pavel, de quien acabo de leer un libro delicioso, Cómo llegué a conocer  a los peces, una joya. Incluso para mí que nunca me ha gustado pescar ni he sentido el menor interés por los que pescan. 


 Lunes, 25 junio. Primera ola de calor del verano

Dicen que este verano va a ser más cálido y seco de lo normal. Así que he empezado a prepararme. Hace unos años, compré en los chinos unas esteras de junco para poner por dentro de las ventanas, pero como mi casa da al sur, las he colocado por fuera para que me saquen el calor. Las primeras veces, las dejé con las cuerdas, y las enroscaba y desenroscaba cada vez; pero un día me harté y les corté las cuerdas; ahora cuelgan hacia abajo todo el tiempo.

No recordaba que una de ellas había perdido el año pasado la arandela para colgarla del gancho, así que he improvisado un atado con una cuerda intentando acordarme de los nudos marineros que me enseñaron en un curso de vela.


El efecto siempre me recuerda al barrio de la plaza de España en Madrid que, en los días de calor, dejaba colgar las esteras o persianas de madera por el balcón hacia la calle, permitiendo solo pasar el aire. Por la tarde, se oye el piar de los pájaros, alguna voz que se escapa por las ventanas abiertas, un ladrido de perro y, poco más.

También he aprovechado para barrer mi balcón de la tierra que las palomas o los pájaros, en general, me sacan, no sé si con sus picos o con sus patas. Yo no sé si se despiojan o se afilan los espolones, pero me dejan todo hecho un asco. Mañana tendré que comprarme otra escoba para la cocina porque esta igual tiene pulgas. La he dejado en el balcón junto a una regadera herrumbrosa, una fregona vieja y mis tiestos y jardineras cada vez con menos tierra.

Martes, 26 junio

Creo que en esto de ser ama de casa, lo importante es coger carrerilla. Como en la calle hace tanto calor, he decidido sepultarme en casa y, durante las primeras horas de la mañana, ponerme a fregar la puerta del baño (la que voy a pintar de azul). Para hacer más de diez años que no se friega, no está tan sucia… o el polvo se ha integrado en la pintura blanca hasta formar parte de ella.

Ya puestos, paso la fregona al baño, la cocina y por los rincones donde veo alguna pelusa.
Luego, me dispongo a poner en la cama la frazada de verano y, en la sala, cambio la manta de invierno por la de verano, de algodón. Son los únicos cambios que hago porque nunca he seguido la costumbre de cambiar los armarios en determinada fecha. Yo, lo tengo todo a mano, por si sale un día frío en verano o un día de sur en invierno.

Chorreteando, que diría mi sobrina, y tras haber dado tiempo a que se seque la puerta del baño, cojo la lija,  los pinceles, la pintura y el aguarrás y empiezo a pegar alrededor del marco el papel para no pintar los azulejos.

Miércoles, 27 de junio

Media hora, ¡media hora!,  he tardado en dar la segunda mano a la parte de atrás de la puerta del baño. Y todavía no ha quedado perfecta: se notan mucho los rayajos. Como no se igualen al secarse…me veo dando la tercera capa. He sudado la gota gorda. Creo que he perdido un kilo, de peso, y un litro, de agua. Estoy agotada. Y las manos las tengo azules como un guerrero picto o una pitufa.


Como tenía la brocha, de ayer, metida en aguarrás, aunque la escurrí, con la primera pincelada me cayeron 20 goterones por el suelo y la pared. Casi me da un infarto. Tenía al lado una bayeta mojada, pero las rayas blancas del suelo se han quedado un poco azules y también me he salido un poco del marco y luego tendré que repintar de blanco. Este es un trabajo muy duro…

Jueves, 28 de junio

Se me han quedado pegados a la puerta algunos pelos de la brocha, pero ya no tenía ánimo para quitarlos y ponerme las manos más azules, así que los he dejado estar para que se vea todo el proceso (como hacen los arquitectos al restaurar una obra antigua).

He aprendido que tapar el blanco es bastante complicado. Espero que la puerta de la cocina, en verde, sea menos ardua…

He dado la tercera mano a la puerta del baño… y aún quedan rayajos; pero creo que no le daré la cuarta, al menos a la puerta completa. Solo pintaré de nuevo aquellas partes donde más se noten.

El brazo derecho se me ha quedado como muerto y agotado, cansadito del todo. Igual es que la pintura estaba muy espesa y, por eso, me costaba mover el pincel. No podía hacerlo con rodillo porque las puertas tienen muchos resaltes y no hubiera resultado eficaz. Además, se me habrían caído al suelo muchos más goterones. No quiero pensar en lo que puede ser tener que pintar durante ocho horas seguidas. Dentro de otros diez años, ya con 60, creo que no me pillan.

Viernes, 29 de junio

Acabo de ver otra telaraña en los azulejos del baño. Creo que tendré que incluir entre los propósitos de este caluroso verano el de hacer limpieza general de las paredes de la cocina y el baño.

He dado la cuarta mano al panel central de la puerta del baño y alguna que otra pincelada suelta donde el color me parecía algo más desvaído, como que hacía aguas. Creo que ha quedado aceptable. Ahora me queda pintar de blanco aquellas partes donde me he salido un poco. Y ya. Si en algún momento tuve la más mínima idea de pintar otra puerta de ocre, ha quedado descartada. No quiero perder el uso del brazo derecho, que se me ha quedado casi “minusválido”.

Lunes, 20 de agosto. Zafarrancho exprés en 60 minutos

Estos casi dos meses sin escribir han sido porque el verano es muy veleidoso y, un día aquí y otro allá, no da tiempo para hacer nada. Aún así, me doy cuenta de que no consigné que había empezado a pintar de verde la puerta de la cocina, por detrás. Y así sigue, media puerta, dos meses después. No he tenido fuerzas, ni ganas.


Hoy me ha llamado una amiga que estaba en Noja a ver si podíamos vernos para comer. Le he dicho que sí, pero que la invitaba fuera porque mi casa, aun para una amiga, estaba hecha unos zorros.

De todas formas, nada más colgar el teléfono, me he puesto a hacer un zafarrancho de supervivencia: Lo primero, meter en los armarios todo lo que sobraba y cerrarlos bien: zapatos en el pasillo, ropa en la ventana entre el dormitorio y el salón, platos -limpios- de todos los tamaños sobre la mesa de la cocina…Luego, fregona de emergencia a los suelos más visibles. A continuación, el lavabo: abrillantarlo con CIF ya da impresión de “chica limpia”. Sacudir las migas del mantel y del pañito bajo el tostador; estirar la tela sobre el sillón, tras mullir los cojines. Al terminar, estaba sudando la gota gorda. Con más de 25 ºC en el pasillo, a pesar de tener todas las ventanas casi tapiadas y a pesar de estar en camiseta, pero aún tenía tiempo, así que una ducha rápida de las de “me jabono y me desjabono”, y ya. Aún me sobró tiempo para redactar estos parrafillos.

Miércoles, 22 de agosto

Acabo de descubrir una falta de ortografía en los prolegómenos del Diario: un echar con “h”. Error garrafal. Antes, no tenía faltas de ortografía, pero ahora, cuanto mayor me hago, más dudo. Espero que no se haya dado cuenta casi nadie…

Es como con las películas y los títulos de libros. De joven, más joven, citaba perfectamente el nombre de una actriz o el título de una novela, pero no sé si es que ya tengo lleno el disco duro y, cada vez más a menudo, tengo que dar un rodeo para explicar a qué me refiero. No me gusta mucho esto de la vejez…

Viernes, 24 de agosto

Hoy, como el día estaba un poco pocho y nublado, he decidido liarme la manta a la cabeza y ponerme a limpiar los azulejos de la pared frontal de la cocina (Hay que dosificarse y no coger fobias…).

Me he puesto mi vestido fresco y holgado de playa, he apartado de la encimera lo que me molestaba y he atacado la tarea con fruición.

Esta vez voy a usar un guante en la mano derecha porque el cif quitará  muy bien la grasa, pero no sé si me desintegrará  también la piel.

Cojo una banqueta para subirme a la encimera y ¡voilá!, allá vamos.

Tengo un tirón en la espalda hace dos días, pero como dice mi padre: “Si no quiere taza, taza y media” y, como no sé si es mejor el frío o el calor, moverme o quedarme “paraliticada”, pues ¡a sufrir!

He tenido cuidado de subirme con la pierna derecha, que en la izquierda sigue la trocanteritis. Y además, me duele un dedo del pie derecho: no sé si será artritis o reúma. Pues, con todo, ¡a limpiar! con ánimo y decisión.

Recuerdo que cuando éramos estudiantes en Madrid un día se nos ocurrió limpiar la cocina y estuvimos ¡horas! cuatro personas como posesas. Claro, que fue la primera y última limpieza general  que hicimos en el piso.

Me duele tanto la espalda que no puedo ponerme el móvil en la oreja y sujetarlo con el hombro. Eso, en el supuesto de que alguna vez encendiera el móvil, que suele estar apagado…Lo que necesito es un masaje profesional y aceitoso. Pero a falta de masajista, sesión de gimnasia doméstica -como decían en los tiempos de la Sección Femenina.

Al pasar el estropajo, salían unos círculos negros muy interesantes. Menos mal que los azulejos son grises y el polvo se confunde con el color. Quien puso los baldosines y baldosas, acertó. El color blanco hubiera sido muy desafortunado.

Bajarse de la encimera, ya ha sido otra cosa: me parecía que estaba en el Empire State Building y que me iba a defenestrar.

Al menos, no me he caído sobre el pasillo del vecino del tercero, que tenía mis dudas, porque 80 kilitos en una encimera…

Los azulejos no han quedado muy brillantes: ¿será porque no los he secado? ¿tendría que sacarles brillo con cristasol…? Pero, aunque opacos, ya no tienen grasa.

Y ya puestos, he aprovechado para fregar  el escurreplatos; que debía de tener bacterias a miles. Solo me ha faltado sumergir las bayetas en lejía para que no huelan “a muerto”, como decía el cocinero Sergio el otro día en Las mañanas de la 1.


Ahora, a hacer un pisto con  arroz y huevo para comer. Plato único, que estoy agotada.

Viernes, 31 de agosto

Hoy, previendo que se acerca el otoño (ya ha cambiado la luz y el aire es más fresco) he puesto una lavadora con gabardina y tabardos varios para tenerlos impolutos cuando el tiempo lo demande. No recordaba si lo había hecho al principio del verano. En ese caso, habrán sufrido un doble lavado, en agua fría y con un programa corto sin prelavado. Y se habrán quedado bienolientes.

Antes de que dé fin a este Diario en octubre tengo que terminar de pintar de verde la puerta de la cocina, por detrás. Si no, creo que no voy a poder ponerle punto y final. Sería un desdoro haberlo dejado a medias. Incluso para mí, que soy una arbularia.

Esta mañana me he preparado un medicinal con un chorrito de brandi, y un pracetamol. Ya sabía yo que el aire acondicionado gélido del otro día en la UIMP tendría sus consecuencias: anoche no podía respirar bien y tuve que ponerme en las aletas de la nariz un poco de crema de menta. Por la mañana, me picaba la garganta como si hubiera tomado pica-pica. Odio los aires acondicionados: para mí,  que están llenos de bacterias y bichos. Hace unos años me cogí una otitis de caballo y estuve dos meses sorda como una tapia.

También he limpiado, de manera exprés, los cristales de la habitación de estudio. Tan exprés que  no han sufrido ni prelavado: solo cristasol y un trapo viejo de secado y aclarado. Pero dejan pasar mejor la luz.

Miércoles, 31 de octubre

Tras pintar la puerta de la cocina de verde y desembalar la nueva aspiradora, montarla (yo sola) y realizar la primera aspiración con éxito (limpieza incluida), doy por cerrado este diario de una NO ama de casa. El próximo, Diario de salud de una cincuentañera (que no cincuentona).


                                                                     FIN

                                                     































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