DÍA
2. SAN VICENTE DE TORANZO
Hay tanto que ver en los
pueblos que apenas me queda tiempo para andar la Vía. Pero no tengo prisa. Lo
importante es andar… y mirar.
http://www.elmundo.es/yodona/2015/11/03/561658a146163f12518b45b5.html.
Practica el wakim.
En esta ocasión, partiré de
San Vicente de Toranzo, a donde creo que llegué la última vez.
8 h. Chavales que van al
Insti. El barrendero de mi calle con el cubo atado a una cuerda, y a su
cintura.
17º C. Viento sur. Cielo
rojo.
De la estación de autobuses
(dársena 23) salimos a las 8.30 h cuatro pasajeros: 3 mujeres y un hombre.
Antes de la entrada a
Revilla de Camargo, un hombre “mecánico”, un maniquí, sin cabeza (bueno, le
tiene caída sobre el pecho) sube y baja la banderita roja recomendando bajar la
velocidad. Recuerdo que la primera vez que lo vi fue haciendo el Camino de Santiago
el primer año, en 2013, mientras terminaban la autovía por la zona de Llanes.
Llegando a Vargas, en el
monte enfrente, se ve la columna de humo de un incendio. “Por Penilla se ha
quemado algo” -comenta el conductor. “Esta mañana se veían unas llamas de la
leche”. “No se había quemado nada este año. Igual son eucaliptos…”- aventura el
pasajero.
A partir de Vargas, la
carretera es la misma que cogíamos para ir a Madrid por el Escudo cuando éramos
pequeños. Yo apuntaba todos los pueblos: Puente Viesgo, Aes, El Soto…
Sobre las 9. 30 h estoy en
San Vicente. 19 º C. Hoy no pasaré frío…
Decido primero ir hasta el
final del pueblo, donde el hotel restaurante “Posada del Pas”. Las urracas y el
“pájaro tit-tit” compiten con coches y camiones que circulan a toda flecha
(hasta 90 kilómetros por hora permiten las señales).
Busco luego la primera
desviación a la derecha que baje hacia el río, para retomar la Vía Verde. Esto
sí que es puritita intuición, porque no hay ningún cartel. Rodeo la finca de la
posada del Pas buscando la Vía, paralela a la carreterita a la que salgo.
¿Sería la Posada del Pas la supercasa que veía el día anterior desde la Vía…?
Sigo andando de frente
-dejando a la izquierda una desviación que va al cementerio- bajo dos plátanos
con las ramas entrecruzadas formando un arco. Un muchacho me dice que llegue al
cuartel de la Guardia Civil y engarce allí con la vía. Me doy cuenta de que la
desviación al cementerio (con portada pintada en azul oscuro) sale a mi misma
carretera.
Pregunto a todo el mundo que
me encuentro paseando para confirmar que voy bien. Al final, salgo a donde el
cartel del “bosque de ribera”. Un poco más y llego a donde empecé a andar el
otro día…He ido para atrás más de un kilómetro. Aún me queda llegar al
“salmón”. Creo que, efectivamente, la casona en lontananza es la Posada del [río] Pas
que, por cierto, va tan seco que produce
desolación.
Los sauces se alternan en el
camino con chopos, avellanos, abedules, arces y fresnos. He visto incluso dos
gordolobos florecidos. Y centauras. Según mi guía de plantas, los gordolobos
florecen entre junio y julio, y hasta septiembre.
A las 10.45 estoy, de nuevo,
en la escultura del salmón. Tengo un poco de “gusa”, así que saco mi táper con
el sanwich de mermelada de pimiento.
En el siguiente cementerio
-esta vez, blanco, de 1888, según pone en la puerta- cojo a la izquierda hacia
el pueblo -San Vicente de Toranzo…- para verlo bien. Este cementerio está
enmarcado por una pila de troncos de árboles y otra de “mulch”, corteza
troceada para añadir a alcorques y parques infantiles.
Salgo, más o menos, donde me
dejó el autobús, por detrás del Ayuntamiento (plaza Alejandro Rueda), frente al
cruce a Castillo Pedroso, Arenas de Iguña y Esponzúes.
Allí me encuentro a Currina,
70 “abriles”, una “mina” de información, barriendo con fruición el arcén de la carretera general. “Es la forma que tengo de hablar con la gente…”. “Aquí
tenemos 5 casas blasonadas”- me dice con orgullo. La Casa de Los Calderón de la
Barca (demasiado remozada, para mi gusto), la torre de los Agüero (La
“torrona”), medieval, la casa o palacio llamado La Sierra (junto a la posada
del Pas) y…no recuerdo las otras dos. Junto a la carretera, una magnífica, con
una franja de azulejos y “caballitos”, que me fascina. “Está en venta…” – me comunica Currina. Como si pudiera comprarla...
Sigo mi callejeo por el
pueblo, hasta la iglesia y un edificio con pinta de industria. Es Lácteos El
buen pastor. ¡Claro! No recordaba que su sede estaba en San Vicente de Toranzo.
De vuelta hacia el Ayuntamiento, para coger el autobús que viene de Burgos, me
sorprende una voz: “Primero, en Ontaneda; ahora, aquí…”. Es Pepe, José González
López – según la fotocopia que me entrega de una de sus poesías, “Adiós Valle
de Toranzo”- con quien me he cruzado en la Vía Verde. Colecciona monedas y
billetes y es amigo de Currina.
Ya no me queda tiempo para
más. El próximo día volveré, de nuevo, a San Vicente; esta vez – como ya sé
dónde está la entrada (por detrás del Ayuntamiento hasta el cementerio blanco),
para seguir adelante hasta el siguiente pueblo, o lo que me dé tiempo…
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