Como el año pasado me quedé
con ganas de seguir viajando en tren, y de seguir andando, he decidido continuar,
de otra forma, con el Diario de una viajera en tren.
En esta ocasión, titularé
mis notas de viaje como “Diario de una viajera en transporte colectivo”. Serán
desplazamientos desde Santander a lugares a los que acceda en autobús o
ferrocarril.
DÍA
1. LA VÍA VERDE DEL PAS DESDE ONTANEDA
Viernes,
23 de octubre de 2015
A las 8 h está empezando a
amanecer. Se oyen gaviotas sobre Villaflorida y me acompañan, a lo largo de
Magallanes, de camino a la estación de autobuses.
Una viejecilla con un bastón
pasea en las inmediaciones de la Biblioteca,
me cruzo con estudiantes absortos en el móvil y veo el pan colgado de un
clavo en el pub “Medievo”.
11 º C en el luminoso de la
farmacia de Jesús de Monasterio.
En el autobús, el billete,
con tarjeta transporte, hasta Ontaneda, me cuesta 2´95 euros (si no, 3´45
euros, ida). Leo en la columna el horario y las paradas hasta mi destino hoy:
el final, o el principio, de la Vía Verde del Pas en Ontaneda. Para volver, el
que me viene mejor es el de las 13.12 h, que procede de Burgos. Espero que no
venga completo.
El conductor lleva la “cale”
a tope y como no quiero empezar a quitarme ropa (solo el chaleco), saco el
abanico.
A la salida de Santander
tiramos a la izquierda hacia el Alto de la Peña y Muriedas. Hoy es el último día
laborable antes de que cambien la hora. Menos mal que a mí, para andar de día y por la mañana, no me
afecta.
Día naranja. Todo despejado.
A las 8.45 h el sol empieza a asomar a la izquierda de Peña Cabarga como una
moneda de oro incandescente. La niebla flota aún por las zonas en sombra y los
plumeros inundan los prados en Revilla de Camargo y hacia Guarnizo.
En Cianca, la primera
parada, una señora se desgañita
haciendo gestos con el brazo para que el autobús pare.
En Renedo, nos recibe la
cooperativa lechera SAM. Al borde de la carretera, los niños y madres, mayoritariamente, esperan el autobús al cole.
Están haciendo una rotonda
nueva hacia Vargas y se ven muy avanzados los trabajos de la autovía a Solares,
la A-8, último tramo de la Autovía del Cantábrico (de hecho, volveremos por la
autovía, abierta solo en un carril por cada lado. Al día siguiente, sábado,
leeré que viene la ministra a inaugurarla).
http://www.eldiariomontanes.es/cantabria/201510/25/autovia-cantabrico-completa-anos-20151024200517.html. La
Autovía del Cantábrico se completa 25 años después.
9 º C en el termómetro del
autobús. “Anoche ha helado en el valle” – comenta un parroquiano que se ha
subido en Renedo, al autobusero.
El sol nos da de frente
pasado Puente Viesgo y el conductor no lleva gafas de sol. No sé por qué no
baja la pantalla central en vez de hacer visera con la mano…
Dejamos atrás el parque
infantil de Borleña: nunca he visto un niño jugando en un lugar tan a desmano.
“Mira, el cartel anunciador
de la feria de ganado en Villegar. Trato, no creo que haya; será más tomar un
blanco…Igual baja Guerrero, el Rubio, de las tudancas… Las sube a Luena a pasar
el verano”- explica el de Renedo a Cesáreo.
En San Vicente de Toranzo
empiezan a alinearse tractores en el arcén. ¿Será por la concentración de
ganado del 25…?
A las 9.30 h, cuando bajo en
la terminal de autobuses, hay solo 7 º C en Ontaneda. No he traído los mitones
ni mi gorro de lana, pero lo hubiera agradecido. Menos mal que llevo un pañuelo
al cuello con el que taparme las orejas. ¿Me saldrán sabañones en los dedos…?
Decido ir primero hasta el
final del pueblo, antes de meterme en la Vía Verde. Cuando pasas en coche no lo
ves todo tan bien – me digo ante una portalada de piedra increíble que no
recuerdo haber visto las veces que íbamos a Madrid por El Escudo.
Hay un montón de casas con
escudos. Uno de ellos – un escudazo- es un señor con cara de resignado al que
protege una especie de perro con un hacha a ambos lados de la puerta
(¡pavoroso!).
Ya no me acordaba de que
hacía tanto frío a estas horas de la mañana. Estoy congelada. Voy hasta la última casa, El
Piñar, en el número 118, y me vuelvo antes de empezar a subir la cuesta. El
restaurante hostería Casa Augusto tiene varias plazas de aparcamiento. Debe de
venir mucha gente en vacaciones o los fines de semana. En el monte, se oyen los
campanos de las vacas.
De la fila de casas con
escudos sale una señora con varias hojas de firmas contra el fracking. Se trata
de que revoquen los permisos en la zona. “Se ha enviado a la ONU, pero, de
momento, nada”. El pueblo está empapelado con carteles y lugares donde se puede
firmar.
(Una semana después,
se convoca en Torrelavega un “photocall antifracking”).http://www.eldiariomontanes.es/torrelavega-besaya/201511/05/photocall-antifracking-torrelavega-20151105101639.html.
La fachada de la posada
Calderón, por detrás, es impresionante, si bien un poco deslucida. Si le dieran
una pintadita, ventanas incluidas…
En sobaos y quesadas Luca
pregunto si me venderían uno suelto, y sí, hacen una excepción. En cambio, en sobaos y
quesadas Rosi, no. Deberían tener siempre una bolsa abierta para los caminantes
como yo, o por si alguien prefiere probarlos antes de llevarse una bolsa…
Ya he visto en el pueblo dos
carnicerías (en Magaldi he fotografiado un peso de los de antes en el
escaparate), dos ferreterías, dos autoservicios, confecciones y perfumería…Pero
en ningún sitio he visto que señalen la Vía Verde; solo hay carteles al parque
de Alceda y de “Alceda Aventura”, que
está por todas partes.
A las 10.30 h empieza a
calentar el sol. ¡Menos mal!
Voy hacia el principio del
pueblo por una acera roja y me tomo un café y un pincho de tortilla (hacen
incluso bocadillos de ¡huevos con jamón!)
en el café Albert. En la tele, hablan de la dietanemia, dietas que
provocan anemias.
A las 11 h, ya restaurada y habiendo ido al baño, me
dirijo a la Vía Verde. Yo, porque sé que en Casa Olmo está la entrada, pero si
no… Ah, sí, ya veo: “Paseo carril bici”, casi debajo del todo en el cartel, el
número 8 antes del “Día”.
A la entrada del parque de
Alceda, sí hay el logo característico de las vías verdes: “Circuito de Alceda
Ontaneda-San Vicente”. El camino que va
junto a la cerca del parque, sombreado, está lleno de pájaros: mirlos, palomas,
lavanderas…
“Dos kilómetros a San
Vicente de Toranzo”- me dicen dos paisanos sentados en un banco. Al comienzo de la senda, ya
han crecido los avellanos y madroños que se intercalan por el lado izquierdo, y
dan bastante sombra. Sobre todo en la primera parte, hasta el final del pueblo.
Después, los ejemplares son más pequeños y aún no “sombrean”. Los árboles están
“un poco” descuidados: no han visto la poda hace años.
Paro en un banco a quitarme
el forro polar. Andando a buen paso (ya he extendido los bastones) y con el sol
a la espalda, me aso.
Dejando atrás la piscina
municipal, están intentando recuperar el bosque de galería (o de ribera), a
base de alisos y diferentes tipos de sauces (blanco, salguera, mimbrera y sauce
cabruno).
A mi izquierda, en la
lejanía, veo una casona con presencia. ¿Será ya San Vicente…? Bueno, andaré
hasta las 12 h y, lo sea o no, me daré la vuelta. No quiero perder el autobús,
pero sí me gustaría descubrir dónde está
la entrada allí para la próxima vez.
Llego hasta la estatua del
salmón donde el puente cruza el río, y me vuelvo. Entonces, me sorprende un
griterío infantil. Son los pequeños del cole cercano que han hecho una salida a
la naturaleza en este día fantástico.
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