miércoles, 6 de agosto de 2014

LAS HADAS DE BUSTILLO

Era el 7 de agosto. La Fiesta de la Cosecha.

Como todos los años, en las colinas de majuelos, las hadas abrían sus casas para cambiar de morada sus tesoros.

Por la noche, habría una gran celebración. Y en el claro del bosque, danzarían en círculo hasta el amanecer.


                                                    
           La ilustración es de Sonia Piñeiro. http://soniapineiroambrosio.blogspot.com.es

Todas tenían preparados sus vestidos de ala de mosca,  del color de la aurora, en la gama del rojo al amarillo. Para sus cabezas,  habían tejido guirnaldas de helechos, y escarpines de musgo para sus pies. Más tarde, se enjoyarían con pendientes de escarcha y collares de perlas del rocío de la mañana.

En las mesas, adornadas con rubíes, esmeraldas y zafiros, se había desplegado pan de semillas, amasado con aceite de oliva y miel de colmena. Caprichosamente, en cuencos y bandejas de nácar, se distribuían frutas apetitosas como uvas rojas y verdes, endrinas o avellanas. El vino de espino, endulzado con madreselva y trébol morado, era la única bebida.

Los instrumentos ya estaban dispuestos sobre la hierba: arpas, rabeles, violines, cajas de música con melodías misteriosas...

Ese día, en los campos se recogería el trigo. Por ello, los ratones estaban felices; y ya se veían con la panza llena de granos.

Al amanecer, empezaron a oírse las canciones de los segadores. Cuando volvieran, al caer la tarde, habrían de tener mucho cuidado y no comer ni beber nada que les ofrecieran las hadas, pues entonces quedarían hechizados, sin posibilidad de regresar con sus familias nunca jamás.



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