viernes, 18 de enero de 2013

YO Y MI ESMARFOUN


Mi móvil antediluviano que no tenía blutuz, ni cámara fotográfica, dejó de funcionar un buen día: supongo que le había llegado la obsolescencia programada...

Yo, es verdad que solo lo usaba para llamar y que me llamaran, si estaba perdida en el monte o si el coche me dejaba tirada en algún pueblecillo. Por no saber, no sabía ni enviar mensajes ni leer mensajes. Con deciros que, para marcar, usaba el dedo índice en vez del pulgar…

Sin embargo, una vez muerto, echaba en falta no poder disponer de él, así que le pedí  a mi hermano que me acompañara a comprarme uno de nueva generación, entre otras cosas, porque ya no existían de los antiguos.

La de la tienda, al preguntarle por las instrucciones básicas, me dijo que el uso del móvil era “intuitivo”. Será para ti –pensé yo. A partir de entonces, me paso el día tocando todos los botones para encontrar algo.
La primera vez que  lo llevaba encendido, sonó en el autobús, y no fui capaz de contestar. Tocaba la tecla  con el teléfono verde, pero no me salía nadie al otro lado. Y, cada vez más nerviosa, me parecía que el sonido era más fuerte y que me miraba todo el mundo. Luego me enteré de que tenía que tener la tecla apretada varios segundos. ¡Pues haberlo dicho, hombre! ¿O era eso que tenía que arrastrar el teléfono verde hasta donde se ve la silueta de una persona en el centro de la pantalla? Dudo…

He aprendido que los teléfonos nuevos he de guardarlos en la tarjeta SIM. Que la tecla “Datos” ha de estar siempre en verde y desactivarla si voy al extranjero. Que para leer los códigos QR tengo que bajar la aplicación BIDI…
Yo solo puedo aprenderme una cosa al día; así que le dejaré a mi hermano que investigue, y luego, que me baje las aplicaciones y me explique lo básico. En el manual de instrucciones apenas viene nada: como todo es intuitivo

No sé si me convence mucho este teléfono smart (pensaba, al principio, que eran teléfonos “elegantes”, como el Superagente 86). Te tienen localizado en todo momento y saben todo lo que haces.  Como un Gran Hermano. Por ahora, sigue apagado en mi bolso. Paso de estar conectada continuamente en la “postura del rezo”. Y no quiero volverme una adicta.
Como me dijo Cristina, he desconectado el contestador para que a la gente no le cueste la llamada. Aunque siempre le digo a todo el mundo que no guarde mi número de móvil porque me localizan -en el fijo- en casa, a la hora de comer o de cenar, o casi más rápido, mediante el correo electrónico, que miro varias veces al día.

Por ahora, me conozco: la tecla de encendido; la tecla de inicio, el WhatsApp (pronúnciese “wásap” o "wasap"), la tecla de menú, la tecla para ir a la pantalla anterior y la de la lista de las aplicaciones. Uffff. Algo es algo…
Espera.  Me acaban de escribir: “Se te ha pasado estudiar el apartado "bloqueado del teclado"; si no lo pones, puedes tocar accidentalmente una tecla y hacer una llamada, conectarte a internet, quitar el timbre…,¡y un millón de cosas más! ¡Que es un móvil de última generacióóón...!”.

¡Dios mío! ¡Ya sudo…!

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