lunes, 14 de enero de 2013

ME COMEN LOS PAPELES


Yo lo intento. De verdad. Pero no puedo reducirlos.

Todos los días el cartero me trae papeles de banco, revistas no solicitadas, documentos varios. Y yo, ¡no doy abasto!

Además, tengo que recortar las noticias importantes del periódico. Pero luego, no me da tiempo a archivarlas y se acumulan, acumulan, acumulan…; sobre la mesa, la cama, el suelo, el radiador, e incluso la papelera.

Son pilas móviles que se van trasladando de un lugar a otro, unas veces en bolsas, otras en cajas, pero que continuamente crecen y crecen.

Yo me lo repito a mí misma todos los días: los chinos piensan que hay que tener los menos objetos posibles, y hago propósito de enmienda. Pero nunca me da tiempo.

¡Céntrate, hija, céntrate!, pero voy saltando de una cosa a otra y ni las clases de tai-chi me equilibran el cerebro.

Así, empiezo un nuevo día brincando por encima de los papeles, rodeándolos o resbalando sobre ellos.

En el salón, me propuse no tener nada a parte de la tele y una cama que hace las veces de sofá. Pero, poco a poco, voy llevándome un diccionario de inglés, la última revista, unos mapas del Ministerio de Agricultura, informes de todo tipo y condición, una mochila... Luego, me da pereza quitarlo, y puedo estar viendo la tele con los cojines de la cabeza rodeados de diapositivas y, a los pies, la funda de un disco, una crema de manos y el próximo sobre de burbujas que voy a enviar mañana.

“¡Pero hija! ¡Así como te va a querer alguien...!”- dice la desesperación de mi madre. Yo procuro enmendarme, ¡de verdad! Pero creo que tendrá que ser un amor muy grande para que tienda la ropa por prendas y tamaños y mantenga siempre despejada la mesa de trabajo.

Mi última estrategia ha sido agrupar los papeles que me da pena tirar por gustos de amigos y ¡endilgárselos a ellos! Así, yo no me siento culpable por tirarlos -les sirven a alguien más- y, son ellos, en última instancia, los que tienen la responsabilidad de echarlos al contenedor azul (a no ser que se los pasen a otro alguien). Inteligente, ¿no...? Y, si deciden tirarlos, yo por lo menos, ya no lo veo.

Entretanto, la duna móvil sigue creciendo y avanzando. Ya ha invadido la alfombra y llega hasta el primer piso de la librería. ¡Que alguien me ayudeeee...!

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